Las fronteras merecen nuevos paradigmas

Es necesario solucionar de forma más eficiente y creativa los asuntos transfronterizos

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A raíz del diferendo fronterizo entre Costa Rica y Nicaragua cabe llamar la atención acerca de la evolución que el concepto de “frontera” viene teniendo en una realidad internacional jalonada por la globalización que cada vez las desdibuja más. Hay distintos tipos de fronteras, por ejemplo, las de la economía, como las describe en su libro El mundo sin fronteras, ese fabuloso pensador que es Kenichi Ohmae, viajan hoy por Internet. Por eso, Ohmae dice que las teorías de los grandes teóricos de la economía del siglo XIX se están agotando o se están tornando insuficientes para explicar los fenómenos económicos de hoy de un mundo en cambio permanente.

Algo similar ocurre con las fronteras políticas para las que posiblemente los viejos paradigmas de la soberanía, la integridad territorial y la seguridad de los Estados puede que también se estén volviendo obsoletos.

Los especialistas en derecho internacional han dedicado largo tiempo al campo de la solución de conflictos que surgen con relación a ríos, lagos y aguas subterráneas internacionales compartidas por dos o más estados. En ese rol, han elaborado códigos y principios aplicables, redactando borradores de tratados y códigos y llevando casos ante los tribunales internacionales. Sin embargo, a la luz de la experiencia a la fecha, expertos sugieren que hay que cuestionarse si los principios de la ley internacional desarrollada tienen las provisiones efectivas pertinentes para la protección medioambiental y el uso sostenible de cursos de agua internacionales o si sirven meramente para prolongar las disputas.

Tarde o temprano, será necesario gestionar las dificultades derivadas de conseguir suficiente cooperación internacional para solucionar de forma más eficiente y creativa los asuntos transfronterizos, materia en la que no se podrá actuar sin el liderazgo, la visión y el conocimiento suficientes para responder a estos retos de la realidad contemporánea con paradigmas y modelos mentales más acordes.

Experiencias exitosas. En el caso de las cuencas internacionales compartidas, las experiencias exitosas de establecer regímenes de cooperación entre los países ribereños de los ríos Rin y Danubio en Europa, y del río Mekong en Asia, entre Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam, son ejemplos a seguir.

Por otro lado, instrumentos más pragmáticos y eficientes como la Convención de Naciones Unidas de 1997 Sobre la Ley de los Usos No navegables de los Cursos de Agua Internacionales, propone a los Estados medidas como: intercambiar regularmente información sobre el Estado de la cuenca; informar al Estado vecino sobre sus planes; negociar con el Estado vecino antes de desarrollar planes que puedan tener efectos adversos en la cuenca; desarrollar conjuntamente planes de manejo y protección, etc. Estas novedosas acciones, gestionadas desde paradigmas más flexibles contribuirían a reforzar incluso procesos como la integración regional, el diálogo ambiental y las relaciones de vecindad.

En cuanto a las fronteras políticas, estas han significado una cicatriz en la historia de Centroamérica. En el Istmo siete países comparten unos 3.941 kilómetros de colindancias. La historia para lograr esa delimitación se inicia en los primeros años de la independencia, producto de la poca claridad con que la Corona española definió los límites.

Fue sobre un mosaico de territorios poco conocidos y límites imprecisos que los Estados centroamericanos intentaron construirse como Estados nacionales a lo largo del complicado siglo XIX. Un desafío que enfrentaron entonces, fue el de hacerse a pesar de la ausencia y no gracias a la presencia de la nación, por eso fueron aparatos débiles que debieron construir su territorialidad y su nacionalidad, es decir, debieron edificar su estatici- dad. Así, la frontera pasó a cumplir un papel simbólico de hito de la identidad o línea que, hacia fuera, señala al otro y hacia dentro, el espíritu nacional, el nosotros.

La afirmación de la estaticidad de las fronteras internas centroamericanas sobre el legado colonial otorgó a las nacientes fronteras políticas connotaciones particulares, las condenó a ser periféricas, zonas de baja intensidad y marginales, escondites de disidentes y parteras de sedición, hoy bodegas del narcotráfico. Como resultado de esos rasgos han sido recordadas en la guerra y el conflicto y olvidadas en la paz con consecuencias nefastas para sus habitantes.

Mayor cooperación. En la actualidad todavía hay segmentos de los límites que provocan controversia entre algunos Estados de la región. Pero, pese a las disputas y a la separación que produce el límite, en todas las comunidades fronterizas se desarrolla un intenso intercambio cultural, social y económico. Por lo tanto, desde Funpadem, después de trabajar más de diez años el tema de fronteras, creemos que estas relaciones locales, unidas al potencial de desarrollo vinculado con la diversidad biológica y riqueza cultural de las fronteras, son el germen para materializar la integración y la cooperación transfronteriza en los países del Istmo.

La historia demuestra que los Estados centroamericanos no fueron capaces de construir puentes de cooperación y hermandad para favorecer la construcción de un futuro común, equilibrado e indefectiblemente unido por la historia, la geografía y el medio ambiente.

Al finalizar la primera década del siglo XXI los pueblos centroamericanos merecen y requieren una gestión de sus fronteras y cuencas internacionales compartidas que esté a la altura de sus circunstancias y de la sociedad del conocimiento, en la que posiblemente hasta la soberanía viajará pronto por Internet en tiempo real.