Las elecciones: confianza, niños y correspondencia

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Las elecciones del pasado 6 de abril pueden calificarse de diversas formas. Una de ellas podría ser “confianza, niños y correspondencia”. La confianza fue una nota predominante: no hubo disturbios ni irregularidades, solo un faltante de delegados en algunas mesas, producto del abandono de un candidato, y también se instaló un enjambre de abejas, cercano a una mesa de votación, en una escuela de Pavas, dispersadas a tiempo por un bombero. La fiesta cívica la hicieron los niños, quienes se encargarán de continuarla y de mantener viva la riqueza de nuestro republicanismo.

Dos sorpresas se dieron: una prevista, el abstencionismo, y otra fue la esperada votación, nunca vista en la larga historia democrática del país. Un candidato pedía un millón de votos, pero el pueblo le dio 323.000 más. El triunfo fue de casi un 78%. Ahora todos esperamos la correspondencia, la respuesta a tanta generosidad electoral. Como ha sido un triunfo arrollador, tenemos derecho a esperar lo mejor. Ya lo ha ofrecido el próximo presidente. Esperamos su cumplimiento, la correspondencia. Porque ofrecer ante un triunfo así es lo propio; otra cosa es cumplir y trasladar ese ofrecimiento a sus colaboradores, a su gabinete, todos dispuestos a dar lo mejor de sí y a rendir cuentas cada año. Esta disposición, tan solicitada por los costarricenses, no puede ser una simple promesa, sino algo más. El tiempo lo dirá. También los electores esperan lo mismo de los diputados: una política ágil y constructiva

Amparado a tan cuantiosa votación, ojalá que el futuro presidente no cierre la puerta de la amistad con su pueblo y sus necesidades, como no la cerró Laura Chinchilla. Personas con cargos, o sin ellos, seamos como aquellos niños del 6 de abril, portadores de bien, de esperanza y de alegría. Es el momento de emprender, junto con el nuevo Gobierno, una mayor responsabilidad personal y colectiva. Lo peor de nuestra vida como país ha sido esperarlo todo del Estado, creador del clientelismo político. Cuando despertemos de ese torpe sueño, nacerá una sorprendente inventiva creadora y una más sorprendente prosperidad.

Una rendición de cuentas bien calibrada, no para salir del paso, puede servir de mucho o de nada, todo depende de como se califique y si procede, o no, un cambio de funcionario. Es decir, si se hace. Sin embargo, una rendición de cuentas siempre será una novedad administrativa promisoria para un país de manga ancha como el nuestro. Y no se califique este artículo de pesimista, sino, más bien, de esperanzador respecto a una verdadera correspondencia a tan buena disposición de los ciudadanos. La obligación es cumplir y mejorar cuanto se pueda, no cuanto quieran las minorías discordantes y los consabidos grupos de presión.

Si el presidente electo ofrece proteger hasta los animales, lo cual está muy bien, mejor haría con el ofrecimiento explícito de proteger la vida humana en todas sus expresiones, lo mismo que el bien común, según lo ha dicho, y preservar los valores humanos y cristianos que han hecho de Costa Rica una nación tan igualitaria, pacífica y generosa.

Le deseamos lo mejor al nuevo presidente de todos los costarricenses.