La tiranía agonizante

Los argelinos protestan para acabar con dos décadas de dictadura.

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Millares de argelinos protestan desde hace varias semanas, pacíficamente, a lo largo y ancho de ese inmenso país norteafricano, con 42 millones de habitantes, cuyo territorio representa cinco veces América Central.

El detonante fue la obstinación del presidente Abdelaziz Buteflika en aspirar a un quinto mandato, pese a su enfermedad. En el 2013, sufrió un accidente vascular cerebral que lo dejó en silla de ruedas, incapaz de hablar o moverse. Desde entonces, nunca ha pronunciado una palabra por televisión, se dirige al pueblo mediante comunicados escritos por manos misteriosas. A sus 82 años, en lugar de ocuparse de su salud, se presenta por quinta vez a las elecciones del 18 de abril. Lo cual es considerado como una extravagancia, una humillación a la nación.

De pronto, estudiantes salen de las universidades en signo de rebeldía, abogados y jueces se declaran en desobediencia civil, periodistas de medios públicos denuncian la presión, partidos políticos se unen a este movimiento sin líderes, ciudadanos de diferentes oficios se organizan mediante las redes y ocupan la calle, clamando: “No al quinto mandato… Lárgate... Ladrones y corruptos fuera…”.

Los ciudadanos gritan: “Marcha pacífica”, regalan flores a policías, publican selfis con ellos, diciendo: “Ciudadanos y policías somos hermanos”. Para demostrar su civismo, limpian las calles después de las protestas.

Según la historia oficial, Buteflika es un gran revolucionario. Lo cierto es que, durante la guerra de independencia (1954-1962), nunca combatió. Formó parte de la junta militar llamada “el ejército de fronteras”, con sedes en Marruecos y Túnez. Al terminar la guerra, dicha junta zarpó a Argelia, mató a centenares de auténticos veteranos y obligó a otros al exilio. El régimen argelino surge de esta gran traición.

El colonialismo francés fue sustituido por la opresión de una de las tiranías más crueles, inspirada por la ideología árabe-islamista, con una dosis de estalinismo, e impuso la arabización a un pueblo que no es árabe, sino esencialmente amazigh, falsificando la historia.

Riqueza y pobreza. Buteflika es el último dinosaurio de ese régimen abyecto, símbolo de la tiranía agonizante. Fue elegido mediante fraude en 1999. En 20 años gastó más de $920.000 millones en proyectos fantasmagóricos. Un país tan rico debería estar en mejores condiciones. Resulta indignante ver a miles de jóvenes arriesgar sus vidas en el mar Mediterráneo en busca de oportunidades en Europa.

En vez de invertir en obras de bienestar social, ordenó la construcción de una de las mezquitas más grandes del mundo. Mientras el pueblo soporta los pésimos hospitales nacionales, el presidente viaja en un avión especial con asistencia médica hacia las mejores clínicas de París o Ginebra.

La tiranía argelina está en su laberinto. Sería imposible hallar un sustituto al presidente fantasma, con base en la legitimidad de falsos revolucionarios, a casi 60 años de la independencia. Dada la magnitud de los delitos, los criminales no pueden exiliarse en Europa, donde la diáspora argelina los espera con expedientes sólidos para llevarlos a la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad.

Sin salida. Acostumbrados al whisky, prostitutas y toda clase de perversión en hoteles de lujo de Argel, tampoco desearían exiliarse en Arabia Saudita, cuyo modo de vida aborrecen. Un candidato oficial no tendría ninguna oportunidad en una elección transparente, la victoria de un candidato de la oposición implicaría rendición de cuentas. La mafia no tiene salida.

El pueblo ya no tiene miedo. En cambio, los cómplices de la oligarquía no salen de sus escondites. Además, no se oye ningún eslogan de carácter islámico, el monstruo utilizado para mantenerse en el poder ya no sirve. A juzgar por pancartas exhibidas, el clamor del pueblo es contundente: “Basta… Segunda República… Exigimos los derechos individuales y públicos… Por una prensa libre… Por una justicia independiente… Argelia libre y democrática...”. A todas luces, la caída de la dictadura es cuestión de tiempo.

¿Qué espera al pueblo argelino? Pese a los obstáculos, siempre cabe la esperanza. Cuando un pueblo se levanta por una causa justa, nadie puede detenerlo. Argelia tiene tantos recursos humanos, tantos hombres educados y probos y mujeres educadas y probas, que han resistido con dignidad, que hoy, con tal de que les dejen en paz, lograrían la transición a la democracia.

nacerwab3@gmail.com

El autor es escritor.