La Tierra bajo presiones insostenibles

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El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), presentó el décimo informe Planeta Vivo 2014, un esfuerzo que documenta y analiza el estado de la biodiversidad, la salud global de los ecosistemas, la demanda de recursos naturales de la humanidad y las perspectivas de revertir las tendencias actuales. El instrumento de análisis es el Índice Planeta Vivo (IPV), desarrollado por el Dr. Ben Collen y colaboradores del Instituto de Zoología de Londres. El método se basa en un sistema multicriterio que evalúa y da seguimiento a la reducción de la biodiversidad global mediante cambios en la abundancia poblacional de especies indicadoras alrededor del orbe. El IPV resume los resultados de 2.337 publicaciones y reportes de 3.038 especies terrestres, de agua dulce y marinas de las cinco provincias biogeográficas del planeta.

Deterioro ecosistémico. Esta edición documenta el dinamismo de la vida en el globo, la extrema modificación de los ecosistemas y la demandante irracionalidad del hombre por recursos naturales. Todos los índices monitoreados coinciden en que la Tierra está siendo arrinconada y sometida a presiones insostenibles. Los resultados admiten poco margen de duda sobre el deterioro ecosistémico que ha ocurrido en cuatro décadas y, aunque es un lapso insignificante para la evolución de la Tierra, ha sido suficiente para que las últimas dos generaciones humanas reduzcan a la mitad el tamaño de las poblaciones de fauna.

El impacto es especialmente alarmante en América Latina, donde se ha documentado una dramática disminución de 83% del IPV, dato significativamente mayor al 52% del IPV global. Entre 1970 y 2010, el IPV de las especies terrestres disminuyó un 39%, una tendencia que se agravó por la pérdida de hábitats, la ausencia de planificación del uso del territorio, la cacería, la pesca ilegal y la contaminación de cuerpos de agua.

Debido a contaminación por sedimentos urbanos, ausencia de planes de desarrollo con visión de cuenca, pérdida y fragmentación de hábitats e introducción de especies invasoras, el IPV promedio de las especies de agua dulce cayó en 76%. Respecto a las especies marinas, el IPV bajó un 39%, los descensos más marcados ocurrieron en los trópicos y en el Océano Antártico y entre las especies más vulnerables sobresalen las tortugas, tiburones y aves migratorias.

Tareas y desafíos. El informe nos desnuda y evidencia la falta de medidas efectivas de conservación del patrimonio natural latinoamericano, y aunque no es específico para Costa Rica, tenemos tareas y desafíos. Superamos la biocapacidad promedio mundial por persona, que es 1,7, y estamos en el lugar 68 con 2,5 hectáreas globales per cápita. Usamos más hectáreas globales porque 1) abusamos del acceso a los recursos naturales; 2) seguimos siendo ineficientes en el uso del agua y energía; 3) aumentamos, aunque marginalmente, el porcentaje de participación mundial en la huella de carbono al quemar más combustible fósil para transportarnos y generar electricidad, especialmente en época seca; 4) producimos un mayor volumen de residuos sólidos y es probable que ríos y tributarios arrastren más basura hacia las zonas costeras del Pacífico Central y del Caribe, impactando negativamente ecosistemas marinos y sitios claramente documentados, como hábitats marinos esenciales con especies que mantienen la cadena trófica y que son de importancia comercial; 5) sistemáticamente sometemos el territorio nacional a un uso insostenible; en la última década cada costarricense consumió un 11% más de la biocapacidad y sobrepasó lo que el territorio puede proveer, y 6) engrosamos la “lista roja” de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), con el ingreso de ocho nuevas especies declaradas en peligro crítico.

El futuro de la humanidad. Los esfuerzos de la “agenda verde nacional”, aunque exitosos, son insuficientes. Seguimos ignorando alertas y comprometiendo nuestro futuro como especie dentro del tejido ecosistémico del planeta. Si continuamos tomando del ambiente más de lo que naturalmente puede reponer, entonces ¿cuál desarrollo sostenible estamos predicando o practicando?

Si usamos los regalos de la naturaleza como si tuviéramos más de un planeta a nuestra disposición, ¿cuál será el legado que dejaremos a las futuras generaciones? Nuestra forma de vida arriesga la seguridad alimentaria, la estabilidad social y el futuro de la humanidad.

Sin duda, la Tierra ha entrado en un nuevo ciclo, el Antropoceno, donde las actividades humanas representan el mayor riesgo de alterar abrupta e irreversiblemente las condiciones de vida. Es impostergable asumir la responsabilidad de que solo tenemos un planeta, que estamos conectados, y que los recursos y espacios son limitados. Es urgente la necesidad de proteger nuestro capital natural, de producir y consumir de forma sostenible y de reorientar los flujos financieros de manera que los costos ambientales sean realmente reflejados en las políticas y gobernanza pública, y donde el desarrollo sostenible no dependa del PIB. Los indicadores de una sociedad exitosa, perdurable y feliz deben ser la defensa y la conservación de la vida en todas sus formas y en todos los ambientes.