La teoría normativa del poder de Hannah Arendt

La teoría del poder de Hannah Arendt no pone en el centro de la política el vencer, sino el convencer

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El poder surge de la condición a la que estamos sujetos los seres humanos cuando vivimos juntos. Este mundo en común es el que posibilita el surgimiento del poder, y la actividad que le pertenece la denominamos acción, cuyo significado Hannah Arendt (1906-1975) lo deriva del término griego archein, que puede denotar comienzo o gobierno.

La acción es la capacidad para empezar algo nuevo junto con los otros, y lo nuevo requiere del poder para regirse, ya que si desaparece el vínculo que mantenía al grupo actuando de mutuo acuerdo no existe forma legítima de conservar lo fundado por el poder.

¿Qué es lo que funda el poder cuando se actualiza en la acción? Según Hannah Arendt, es la comunidad política o polis, que sería el espacio en el que los seres humanos ejercen sus libertades políticas y que, en un sentido positivo, es el derecho de participación en lo que atañe a la sociedad en su conjunto. Por ello, la democracia debe ser, ante todo, participativa.

Para esta filósofa, la libertad es la categoría central del pensamiento político. La libertad aparece indisolublemente ligada a la forma democrática de gobierno. Sin embargo, tradicionalmente, se ha entendido la libertad política negativamente, como libertad de…

Esta libertad es aquella en la que un individuo permanece liberado de la carga que representan los asuntos de la comunidad política. Esta libertad concuerda con el modelo de democracia representativa.

Por su parte, la libertad positiva no surge de la libertad negativa, sino que permanece como su contrario, es la libertad de participar junto con los otros en los asuntos de interés común. Por lo tanto, esta libertad es limitada por la pluralidad que constituye la polis.

La democracia participativa es el resultado de la libertad positiva y se da cuando los muchos pueden coordinar sus intereses para establecer y mantener su mundo de vida.

La preferencia de Arendt por la libertad positiva y la democracia participativa tiene que ver con la destrucción del espacio público-político llevada a cabo por los movimientos totalitarios de la primera mitad del siglo XX y por la consolidación de las sociedades orientadas burocráticamente en Occidente que, aunque de diferente manera, socavaron el poder de la comunidad haciendo superfluas las libertades políticas.

Ahora bien, es importante aclarar que la acción de la que se habla aquí no es lo que comúnmente se conoce como acción colectiva, pues esta última supone que el grupo actúa como si fuera un solo individuo. En otras palabras, la acción colectiva es una situación en la que no es posible actualizar el disenso.

En cambio, el poder implica que cada uno es capaz de afirmar su diferencia en un mundo plural donde cada uno de sus miembros es competente para actuar y argumentar entre iguales, lo que no necesariamente imposibilita el consenso, sino que el consenso mismo está implícito en el deseo de participar como iguales en los asuntos políticos.

Lo que en el pasado y la actualidad ha llevado a concebir al poder en términos bélicos es la competencia por la individuación de quienes asumen el reto de hacerse cargo de lo político, incluso de quienes opinan que la competencia es sinónimo de guerra.

Sin embargo, esto no es cierto del todo, no cuando hay una aceptación tácita de que lo que una persona puede hacer, su libertad, necesariamente habrá de estar limitada por la de otra, que el poder de persuasión de la primera es limitado, pero como tal es único en la forma en que lo expresa.

Con esta caracterización, puede inferirse que la teoría del poder de Hannah Arendt es normativa más que descriptiva, al rescatar el valor del pluralismo como consustancial a la fundación de una comunidad política que no suprime la individualidad del ciudadano y que, por lo tanto, no pone en el centro de la política el vencer, sino el convencer.

pedrosolys@gmail.com

El autor es filósofo.