La sensatez económica mueve el voto

La sensatez acerca de la economía es algo que dice haber aprendido hasta Boric: si se quiere un estado de bienestar, hay que financiarlo sin caer en la quiebra

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Desde hace varios años llegan a la Asamblea Legislativa los “partidos de vapor” y se produce el fenómeno que la academia llama la “municipalización” de las elecciones nacionales, es decir, una creciente fragmentación de partidos políticos, de candidaturas presidenciales y de desideologización de la política.

¿Qué pasó para que la atomización ocurriera? ¿Cuál era la goma, por decirlo de alguna manera, que en el pasado no tan lejano amalgamó durante décadas a los votantes en una tríada conformada por el bipartidismo, más alguna agrupación de izquierda que prometía o “amenazaba” cambiarlo todo si llegaba al poder?

Si la guerra fría entre capitalismo y comunismo era un iceberg que partía las aguas y juntaba a la población mayoritariamente en apoyo a los partidos tradicionales y la alejaba de lo incierto de un cambio radical, el deshielo consiguiente también anegó las ideologías, que, después de todo, no eran sino religiones políticas.

Viejos modelos económicos

En el nuevo escenario, la gente ya no es puesta a decidir entre derecha e izquierda en términos de modelos económicos —solo queda uno en pie que, mal o bien, está en funcionamiento—, porque se abrió el espacio para que la identificación personal a efectos de movilización política pasara por muchos otros aspectos de la vida y la sociedad.

En todo el mundo, aspiran ahora a llegar al parlamento las ideas religiosas —con excepciones, buscan restaurar “los valores tradicionales” y antifeministas—, las ecologistas (los partidos verdes), las antimigración y ahora también los antiprohibicionistas de la marihuana, además del espectro tradicional de los partidos.

La globalización económica y cultural y el acceso directo de la población a la comunicación, mediante las redes sociales, también democratizaron el acceso a la publicación de ideas, pues se volvió gratuita, directa e instantánea.

Puede decirse entonces que las mediaciones y los mediadores que antes filtraban la participación ciudadana en la política electoral, como las estructuras partidarias tradicionales y los medios de comunicación —eran pocos en comparación con ahora, pero más influyentes— se debilitaron.

Electorado flotante

Así, la participación ciudadana se hizo más democrática, pero también mucho más paradójica: frívola y compleja a la vez, porque refleja mejor la diversidad de la sociedad, en la que, según el Octavo informe del estado de la educación 2021, casi 60 de cada 100 personas (un 57,3%) solo cursaron hasta el noveno año de secundaria.

Desde la elección del 2014, el acumulado deterioro de la relación del Estado con las poblaciones costeras y fronterizas dio origen a un “electorado flotante”, que ha venido braceando de un lado a otro en el mar de la política, buscando alternativas para hacer llegar sus demandas, que ya no son solo de empleo, crédito o infraestructura, sino también culturales, por lo general, conservadoras y proclives al autoritarismo.

Este electorado flotante sumó sus votos a la bancada del Frente Amplio en la elección del 2014, pero se los quitó en la siguiente. Y en la del 2018, encontró un par de “botes” en los partidos evangélicos, a causa de la falsa disyuntiva provida o promuerte, heterosexualidad o mariconería, etcétera, con que se polarizó al electorado.

Poco a poco, sin embargo, el electorado flotante creó otros “botes” donde acomodar mejor sus expectativas políticas: partidos de vapor, partidos tradicionales, partidos mediáticos, partidos carismáticos... en fin, partidos idiosincrásicos.

Hasta Boric en Chile lo sabe

La continuada democratización de la oferta electoral tendrá la virtud de distribuir aún más al electorado flotante, de modo que este ya no concentre sus votos en ninguna tercera fuerza única que los agolpe, sino que navegará la marea electoral en multitud de barcas.

A su vez, la multiplicación de opciones electorales tendrá el efecto de explicitar el peso de los partidos tradicionales, los cuales, por razones históricas, han mantenido una identificación partidaria más estable en estos tiempos de aguas tormentosas.

Es decir que, por inercia, los partidos tradicionales seguirán moviendo la aguja hacia el centro, un centro que ya no es tanto ideológico como sensato: ante todo, hay que mantener funcionando la economía. Y si se quiere un estado de bienestar, hay que financiarlo sin caer en la quiebra.

Así, por ejemplo, cierto funcionariado ya no podría seguir navegando en yate, como si su mantenimiento fuera pagado con maná que llueve del cielo.

La sensatez acerca de la economía es algo que dice haber aprendido hasta Boric, presidente electo de Chile, que quiere construir un estado de bienestar, pero eso está por verse, allá y aquí.

maria.florezestrada@gmail.com

Doctora en Estudios Sociales y Culturales, profesora e investigadora de la UCR. Siga a María en Twitter @MafloEs