La sabiduría aconseja negociar

Tanto el gobierno como los sindicatos deben sentarse a negociar, sin condiciones, para dejar de afectar al país.

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A veces no entiendo nada. El presidente Alvarado dice que habrá diálogo hasta que la huelga termine. Por su parte, las organizaciones sindicales agregan que la huelga cesará cuando se retire el proyecto fiscal del Congreso. ¿Entonces? Y si la huelga sigue y sigue, ¿no habrá diálogo? Y si el gobierno no retira el proyecto fiscal, ¿entonces la huelga seguirá y seguirá?

No, aquí no se trata de quién se rinde primero para que el diálogo comience. Esto no es una final donde alguien tiene que ganar para declararse campeón. Y, mientras tanto, ¿qué pasará con un pueblo que quiere que haya una negociación a la brevedad posible? ¿Por qué los ciudadanos, al margen de estar de acuerdo o no con las tesis de unos y otros, tendremos que soportar la prepotencia y la ausencia de humildad de las dos partes en conflicto? ¿Cuál será el precio que pagará el país por cada día de intransigencia? ¿Cuánto sacrificio le costará a la población la anormalidad en la prestación de servicios públicos? ¿Cuánto más perderán los estudiantes con las escuelas y centros de formación cerrados?

Inflexibilidad. Pero, ¿qué les pasa a los dirigentes de todos los signos y colores? ¿No entienden que esas posiciones rígidas no contribuyen en nada al diálogo democrático que los costarricenses queremos entre las partes en conflicto? ¿Para qué echar más agua a la sopa, con victorias subjetivas, cuando lo que queremos es que el país sea el único que triunfe? ¿Qué ganan algunos sectores y asesores con envalentonar y “carbonear” a sus partes afines para obtener una victoria que puede ser después una derrota país?

Es importante entender que nuestra sociedad está crispada, y eso no se está leyendo bien. En el estado emocional de la ciudadanía anida no solo el proyecto fiscal. Hay algo más profundo en el inconsciente colectivo. Nadie tiene certeza de cuál puede ser el desenlace.

Muchísima gente está hasta la coronilla de las injusticias, de las dificultades para producir, de la impunidad, de los privilegios del poder, de la falta de empleo, del costo de vida, de la inseguridad, de la ausencia de transparencia, de la corrupción, de la asfixia por requisitos, del aumento de cargas sobre sus espaldas, en fin, de las largas esperas de citas de la CCSS, aunque tenga ¢30.000 millones en reservas para usarlos cuando hay huelgas.

Los que ejercen el poder deben entender que el agua se puede desbordar por otras vías y las consecuencias ser aún más gravosas que las que pueden derivar del problema fiscal. No jalemos tanto el rabo a la ternera. A veces la resistencia a un proyecto termina en un cuestionamiento de todo el poder con violencia, pérdida de vidas y grave deterioro de la economía.

Diálogo. Un equipo de gobierno inteligente y con habilidad política no deja que una huelga como esta pase de dos días. Si no hubo tacto en el proceso para integrar y poner atención en una mesa de trabajo a las propuestas de los sectores más representativos, nunca será tarde para actuar con humildad y dialogar sin condiciones. Ahí está la sabiduría.

Una actitud de ese tipo, lejos de lo que piensan algunos “cabezas calientes” que piden garrote, es un acto de grandeza política. Todos debemos contribuir a limpiar un ambiente sociopolítico que cada vez se muestra más espeso. El sector empresarial debe también reflexionar su discurso. La prensa ni se diga, tiene un rol esencial.

Cuando hay un conflicto político no se deja crecer, ni se permite que avance en el tiempo. La gente y el país pierden demasiado con cada día que pasa.

Así las cosas, presidente Carlos Alvarado, con el mayor de los respetos, siéntese con los gremios sindicales a dialogar ya sin poner condiciones. Sindicalistas, con todo el aprecio, deben sentarse con el gobierno y los diputados a dialogar, también sin condiciones. Ni el gobierno tiene toda la verdad, ni los gremios tampoco. El proyecto fiscal que queremos no es el del gobierno, ni el de los sindicatos, ni el de los diputados, ni el de los empresarios. Queremos un proyecto fiscal que recoja lo mejor de todas las propuestas y las aspiraciones no de un gobierno, sino del país. Un proyecto que no deje a la sociedad fracturada ni excluida, sino que sea integrador y equilibrado, que tenga brújula, que sea lo más justo posible y que nos permita crecer como personas y como sociedad.

El autor fue diputado