La Puerta de los Leones

Una descripción histórica y arqueológica de la puerta encuentra su relación con la narrativa épica de ‘la Ilíada’

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Cuando releemos la Ilíada, vemos que el insigne poeta Homero menciona reiteradamente la Puerta de los Leones, el acceso a la ciudad de Micenas. Visitar Micenas y pasar por la histórica fortificación es una experiencia maravillosa.

Fue construida a mediados del siglo XIII a. C. como una nueva entrada principal a la ciudadela. La puerta consiste en cuatro bloques de piedra: el dintel y el umbral pesan más de veinte toneladas cada uno y las dos jambas o piedras verticales son más pequeñas.

Estos grandes monolitos (pedruscos), los sillares utilizados en la construcción de la muralla, según los arqueólogos, fueron arrastrados y los hicieron rodar hasta el lugar por medio de rampas. El acabado probablemente se realizó en el sitio.

El nombre Puerta de los Leones se origina en el bloque de la piedra caliza donde se esculpieron los dos leones verticales que adornan la puerta. Se yerguen sobre las dos patas traseras en posición heráldica, simulando vigilancia para la población, uno frente al otro, con sus patas delanteras apoyadas en dos altares.

Sus cabezas no sobrevivieron al paso de los siglos. Según los arqueólogos, la piedra caliza de que están hechos la muralla y los leones eran de color amarillo pálido. Y la fina superficie brillante del conglomerado recién cortado explicaría en parte el epíteto que le daba Homero a la ciudad: Ciudad Dorada.

Si nos introducimos en los sueños que nos depara la Ilíada, podemos imaginar al atrida Agamenón, con su carruaje y sus briosos corceles, pasar por la puerta con su yelmo y armadura.

Cuando visité el lugar, hace dos décadas, vinieron a mi mente todas estas representaciones. Cuántas veces pasaron los famosos guerreros o combatientes siendo quizás aplaudidos por sus pueblos.

Según los historiadores, los primeros pobladores de habla griega que arribaron a la parte continental de Grecia fueron los micénicos, famosa organización militar que defendía la acrópolis, hombres que inmortalizó Homero en la Ilíada y la Odisea.

Estos poemas formaban parte de la educación de los griegos y fueron recitados mucho tiempo antes de que fueran escritos. Los hallazgos arqueológicos, tales como objetos de oro, atestiguan que los micénicos no solo tenían destreza y sentido artístico, sino también grandes riquezas que acumulaban gracias a su floreciente comercio marítimo.

Las pruebas arqueológicas indican que la Ilíada y la Odisea contienen una descripción bastante exacta de la civilización que imperaba en Grecia durante la Edad de Bronce y constituyen uno de los legados de Grecia a la humanidad.

Según el relato de Homero, la causa de la guerra de Troya fue el secuestro de Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta, por Paris, hijo del rey Príamo de Troya.

Para vengar la afrenta, los caudillos de Grecia movilizaron un ejército bajo el mando del hermano mayor de Menelao, el rey Agamenón de Micenas. Con una flota compuesta por más de mil naves, las huestes cruzaron el mar Egeo y pusieron sitio a Troya.

Los historiadores modernos creen que la guerra no fue causada por el secuestro de Helena. La disputa la originó el dominio que ejercía Troya sobre el comercio que pasaba frente a la ciudad, en el Helesponto, antiguo nombre del estrecho de los Dardanelos del mar entre Asia y Europa.

Troya tenía una posición estratégica y enormes ingresos, que le deparaba el paso de innumerables naves que transitaban por allí transportando trigo, oro, jade, ropas, pescado seco, vino, especias, aceite de oliva, esclavos y madera para la construcción de barcos y otros artículos.

Cualquiera que fuera la causa, el conflicto existió y lo atestiguan las pruebas arqueológicas descubiertas en Troya VII, las cuales demuestran que la ciudad fue destruida por un incendio en la época que señala la tradición.

hfallascordero@hotmail.com

El autor es abogado.