La pobreza como determinante de la salud

La pobrezaacorta la vidaen mayor grado que otros factores

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En 1993, en ciudad de Panamá, durante el discurso de apertura del XVII Congreso Centroamericano de Ingeniería Sanitaria, escuché por primera vez la relación existente entre la pobreza y la desigualdad social con la salud.

En la actualidad, 24 años después, existe la evidencia, científica y robusta, de que la pobreza impacta en la transmisión de enfermedades infecciosas agudas y en padecimientos crónicos, e incluso se ha comprobado que acorta la vida en mayor medida que la obesidad y el alcohol, entre otros.

Esta situación fue demostrada en una publicación en la revista The Lancet, elaborada por cerca de 30 especialistas de connotadas instituciones como la Universidad de Columbia, la Escuela de Salud Pública de Harvard, además del King’s College y el Imperial College, ambos localizados en Londres.

Dicha conclusión se logró recopilando y analizando datos provenientes de 1,7 millones de personas, en busca de definir cómo influye el nivel socioeconómico en la salud y la mortalidad, en comparación con otros factores de riesgo más tradicionales.

Estudios coincidentes. Los resultados obtenidos coinciden con otras investigaciones previas; es decir, la pobreza es un factor de riesgo que afecta la salud, de forma tan sólida y consistente como el tabaco, el alcohol, el sedentarismo, la hipertensión, la obesidad y la diabetes.

Aún más, la pobreza tiene la capacidad de acortar la vida en mayor grado que otros factores: “El bajo nivel socioeconómico reduce la esperanza de vida en más de dos años (2,1) en adultos entre 40 y 85 años, el alto consumo de alcohol la reduce en medio año, la obesidad la acorta 0,7 años, el sedentarismo 2,4 años y, el peor, reduciendo la media de vida en 4,8 años, el consumo de tabaco”.

Lógicamente, la escogencia de estos factores no es casual; fueron recopilados y definidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) con la intención de combatir las enfermedades no transmisibles en sus campañas de salud.

Los investigadores de este estudio, específicamente Martin Tobías (especialista del Ministerio de Sanidad de Nueva Zelanda), indicaron que para la persona que tiene bajo nivel socioeconómico “significa ser incapaz de determinar el propio destino, privado de recursos materiales y con oportunidades limitadas, que determinan tanto el estilo de vida como las posibilidades vitales”.

Equidad. Esto no significa que la riqueza, o PIB per cápita de una nación, sea lo más importante para amortiguar la pobreza; además, es necesario disminuir la desigualdad en cada país; por ejemplo, un análisis comparativo entre Panamá y Costa Rica nos permite entender, según OPS-2016, que Costa Rica, con un PIB per cápita de $13.000, presenta mejores indicadores de salud que nuestro hermano país de Panamá con un PIB per cápita de $19.000, lo que significa que en nuestra nación existe mayor equidad y acceso a los servicios de salud.

Ante estos estudios y evidencias, resulta fundamental que la OMS incluya la pobreza como un importante factor de riesgo en el proceso salud-enfermedad, con la intención de motivar la voluntad política necesaria para erradicar, o al menos disminuir, este flagelo de nuestras sociedades.

El autor es salubrista público.