La ONU en Siria

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El secretario general de la ONU, Ban Ki moon, hizo público el pasado lunes el contenido del informe elaborado por el equipo de inspectores desplazado a Siria para determinar el posible uso de armas químicas.

Lo primero que conviene destacar es que, en contra de lo que se cree comúnmente, la presencia de los expertos internacionales no fue requerida a raíz del ataque del pasado 21 de agosto en la zona de Guta, cerca de Damasco. Estaban ya en Siria desde hacía tres días, preparándose para investigar el posible uso de armamento prohibido en otras zonas del país.

Pero el ataque brutal del día 21, con más de 1.400 víctimas mortales, muchas de ellas de corta edad, propició un cambio de planes. La ONU pidió al panel de expertos que se centrara en esa zona, ante la magnitud de la tragedia y las numerosas evidencias que indicaban la utilización de gases mortíferos contra la población civil.

Inconvenientes. En este contexto, la misión internacional comenzó sus trabajos, a pesar de los numerosos inconvenientes que las dos partes enfrentadas plantearon para dificultar tal empresa. El propio informe hecho público por la ONU detalla los cortos espacios de tiempo que los dos bandos concedieron a los investigadores mediante la implantación de un alto el fuego de cinco horas diarias entre el 26 y el 29 de agosto, así como las numerosas amenazas y agresiones recibidas, que incluyeron un ataque con francotiradores no identificados al convoy oficial que los transportaba al lugar de los hechos.

A pesar de las dificultades, prosigue el documento, los enviados pudieron recopilar numerosas pruebas, obtenidas a través de “ entrevistas con supervivientes y otros testigos; documentación sobre municiones y sus componentes; muestras medioambientales; diagnóstico de síntomas de los pacientes y muestras de pelo, orina y sangre, tanto de los afectados como del personal sanitario que los atendió en primera instancia.

En cuanto a la munición empleada, los expertos aseguran haber identificado “varios misiles tierra-tierra, capaces de llevar una carga química significativa”. Las carcasas de los cohetes “confirman que contenían gas sarín", un agente tóxico compatible con los síntomas presentados por las víctimas del ataque y con los resultados de los análisis efectuados a 36 individuos.

El informe concluye con una suerte de asepsia : “ A tenor de las evidencias obtenidas durante la investigación del incidente de Guta, (…) fueron utilizadas armas químicas en el conflicto entre los dos bandos que luchan en la República Árabe de Siria, también contra civiles, incluyendo niños, relativamente a gran escala.

Sin concretar. La misión internacional no concreta qué bando pudo ser el responsable de esta acción. De hecho, el documento oficial ni siquiera sugiere una posible autoría en función del armamento utilizado y la procedencia del ataque, que los medios occidentales sitúan en una zona controlada por las fuerzas leales a Asad.

Pero la labor de los expertos internacionales no ha finalizado. Al contrario, sigue desarrollando sus trabajos sobre el terreno para investigar el uso de agentes tóxicos en otras zonas del país, la causa primera de su presencia en Siria con anterioridad al ataque del 21 de agosto.

Lejos de haber finalizado su tarea de manera concluyente, los investigadores siguen tratando de averiguar quién ha estado utilizando armamento prohibido contra los adversarios y la población civil: el ejército de Asad, el bando rebelde o los dos simultáneamente.

La ausencia de concreción en el documento hecho público el pasado lunes por la ONU sugiere que las cosas no están todavía tan claras como los aliados de Asad, por un lado, y los de EE. UU., por el otro, pretenden haber ya establecido, seguramente de manera demasiado apresurada.

Pablo Molina, periodista español y miembro del Instituto Juan de Mariana (España).