La necesidad de mejorar la evaluación de los aprendizajes

Los resultados de las pruebas nacionales dados por el MEP carecen de información relevante para mejor la educación

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Los resultados de las pruebas nacionales estandarizadas del primer semestre de este año fueron entregados en términos de lo que el Ministerio de Educación (MEP) cataloga como niveles de rendimiento básico, intermedio y avanzado. La información resultaría relevante y útil si hubiera alguna descripción de lo que significan según las capacidades de los estudiantes.

Sin embargo, las declaraciones y documentos aportados por el MEP no lo puntualizan, más allá de relacionar el primero con elemental, el segundo con parcial y el tercero con satisfactorio. Además, conceptualmente, si dicen “básico” o “elemental”, significa que la persona posee lo mínimo suficiente o lo necesario.

Da la impresión de un deseo de omitir el uso de un lenguaje negativo, pues, por ejemplo, no se habla de un rendimiento insuficiente, ya que en estas tres categorías ni siquiera existe el rendimiento bajo o deficiente.

Lo anterior contradice otras pruebas estandarizadas reconocidas internacionalmente, tales como PISA, de la OCDE en secundaria, o ERCE, de la Unesco en primaria, que sí describen en profundidad los niveles de desempeño y explican qué significa que la mayoría de nuestros estudiantes no posean las habilidades ni los conocimientos esperados en los grados educativos.

Las pruebas ERCE, en la materia de ciencias, al final de la primaria, revelaron que un 61 % de nuestros niños no eran capaces de explicar fenómenos cotidianos aplicando conocimientos científicos básicos, ni de discriminar las preguntas que son investigables científicamente o las hipótesis que orientan una investigación, tampoco, de evaluar la pertinencia elemental de un diseño experimental o concluir a partir de información presentada en gráficos.

El reporte del MEP es preocupante porque el objetivo de la evaluación debe ser retroalimentar, no simplemente mencionar niveles en general, sino identificar conocimientos y habilidades específicos que clarifiquen qué implica estar ubicado en determinado nivel.

Si tuviéramos un verdadero sistema de evaluación del aprendizaje, los resultados en cada habilidad y conocimiento nos guiarían en donde hay que trabajar más de acuerdo con los programas de estudio y los objetivos de aprendizaje para conseguir los desempeños esperados.

Hay pruebas para ello (como las mencionadas PISA y ERCE) porque describen detalladamente habilidades y conocimientos de los estudiantes.

Cuando se indican categorías, como lo hace el MEP, pero no se pormenoriza qué quiere decir cada escalafón de desempeño en cuanto a aprendizaje y capacidades de los alumnos, entonces no ofrece retroalimentación y, por lo tanto, no evalúa realmente.

Costa Rica necesita un sistema nacional de evaluación de los aprendizajes que brinde retroalimentación al estudiante, al docente, al centro educativo, a la familia, al sistema educativo y a la sociedad en general, que posibilite la identificación de fortalezas y debilidades de cada persona.

Las primeras, porque son las bases con que se cuenta para trabajar y sirven como palancas para mejorar. Las segundas, porque son oportunidades de mejora que sirven para focalizar los esfuerzos estratégicamente. Incluso, conociendo los resultados de los ítems o preguntas para ver dónde reside la falla y dónde el acierto, se comprendería mejor la razón de un resultado u otro, de tal manera que la evaluación estandarizada provea retroalimentación.

Con esta profundización, los profesores podrían planificar mejor sus clases, diseñar estrategias generales y distinguirlas por estudiante, y proveerles de material y apoyo específico para sus necesidades particulares. Asimismo, los centros educativos y el MEP planificarían la capacitación de los profesores con mayor precisión.

El país se encuentra rezagado y la desigualdad en educación tiene consecuencias sociales y económicas muy graves. Es preciso tratar ambas situaciones mediante una evaluación del aprendizaje que ayude al sistema a avanzar a través de la identificación de oportunidades de mejora y fortalezas.

El autor es académico en el Ineina-CIDE-UNA.