La Italia de Buffon y el Caminito del Maizal

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La Copa Confederaciones, en Brasil, nos impactó con ejemplos de cosas importantes que hemos perdido y debemos recuperar. Un jugador de Italia nos confrontó con esos valores y principios que hemos ido perdiendo de a poquitos, pero ahí están para ser recuperados.

En el partido contra España, el portero Buffon cantó el himno de “la sua Italia”. Pero más que cantarlo, entró en trance y casi levitó mientras su garganta se desparramaba por el estadio. Cantó el himno con pasión y los ojos cerrados, consciente de estar realizando un acto solemne y trascendental. Buffon nos dio tamaña lección de patriotismo, en el mejor sentido del término: amor por el terruño, lo que en nuestro caso equivale a la carreta, el café recién chorreado en bolsa, el pinto con natilla, la paz y la caña dulce pa’moler.

Al ver el canto del portero, he tenido una extraña sensación, porque en su “italianidad” me he sentido más tico. Pensé que así es como deberíamos vivir nuestra vida y amar a Costa Rica, con fuerza, con esa pasión tan etrusca y romana que Buffon ha dejado en la cancha, aún antes de comenzar el partido. Ese italiano nos impregnó de amor corajudo por el terruño, sin siquiera patear la bola… simplemente cerrando los ojos y cantando su himno como si fuera Pavarotti en el Foro Romano.

Que difícil ganarle a un equipo con semejante identificación con su patria, reflejada en la entonación del himno durante un acto que no parece superar la simpleza de un partido de futbol. Sin embargo, hay algo más de fondo que debemos leer entre líneas. Si un futbolista canta el himno de su país de esa manera, casi en estado catártico, de simbiosis y compenetración total con su lejana Italia, pues no estamos jugando contra un futbolista. Es algo más: un hombre con convicción, que ama a su terruño y saldrá a la cancha –podría ser la calle, el muelle, la oficina o el parque– a darlo todo por su país. En esas condiciones, ya no estamos jugando, sino luchando contra un hombre que es uno solo con su patria. Y así jugó: como si él fuera Italia y su portería fuera la puerta de su casa. Luego lo volvimos a ver, deteniéndole tres penales a Uruguay.

He vivido algún tiempo fuera de Costa Rica, lo suficiente como para extrañar el pinto y la natilla, el Irazú y la vista espectacular de la Península de Nicoya, tal y como se disfruta desde el muelle del Puerto. También he extrañado la pampa, ese riquísimo calor seco de Playas del Coco, aquel pedazo de cielo llamado Cahuita y la senda con olor a tierra mojada que nos lleva hacia el “Caminito del Maizal”, ese caminito ancestral de mi abuelo José Joaquín Ureña, campesino, músico y patriarca. De ahí vengo, de ese nuestro paraíso aquí en la tierra. Así lo veo, así lo siento. Recuperemos la patria, retomemos el caminito del maizal. Seamos tan buenos ticos como buen italiano es Buffon: amemos al terruño que nos vio nacer y salvemos a Costa Rica, que mucho hemos perdido de ella.