¿La hora de las minorías?

Los enemigosconocidos sonpreferibles a los que pueden venir

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Las convulsiones políticas en el Gran Oriente Medio desde que, a comienzos de 2011, comenzó la llamada Primavera Árabe han puesto de manifiesto la existencia de fuertes tensiones en el seno de las sociedades de la zona, todas ellas caracterizadas por la presencia de potentes minorías étnicas o religiosas. La fortaleza de algunas de estas minorías y la posibilidad de que acaben gestionando sus propios Estados han sido el objeto de un debate organizado por Tablet Magazine y en el que participaon los analistas Lee Smith, David Goleman, Edward Luttwak, Amos Harel y Nathan Thrall.

Dos grupos terroristas. En todo el Gran Oriente Medio hay grupos políticos o terroristas y minorías étnicas o religiosas que, en algunos casos, tienen considerable poder e influencia. Es el caso de Hamás y Hezbolá, dos grupos terroristas que, de hecho, dictan su ley en los territorios donde son más fuertes: la Franja de Gaza –el 40% de lo que un día puede ser el Estado palestino– y el sur del Líbano, respectivamente.

La península arábiga, bastión del islam suní, alberga minorías chiitas que han protagonizado en los últimos tiempos revueltas, severamente reprimidas, en Arabia Saudí, Baréin (donde son mayoría) o el Yemen. Se da la circunstancia de que donde más chiitas hay es en la región oriental de la península, la más rica en yacimientos petrolíferos, por lo que los conflictos ahí son de extraordinaria importancia no solo para sus protagonistas directos, sino para el resto del planeta.

Una mayoría sojuzgada. La estrategia de los poderes coloniales tras la Primera Guerra Mundial, que pasó por entregar el mando a las minorías, tenía como objetivo impedir una suerte de limpieza étnico-religiosa en el caso de que las mayorías alcanzaran el poder. Así, Siria ha sido gobernada desde su independencia de Francia por la minoría alauita –el alauismo es una rama del islam chiita–, mientras el grueso la población profesa el islam suní; mientras en el mayoritariamente chiita Irak ha sucedido al revés: el poder suele estar en manos de la minoría suní.

En ambos casos, las presiones de una mayoría sojuzgada han acabado haciendo saltar por los aires el país entero, con las trágicas consecuencias que estamos viendo desde hace ya bastante tiempo.

El factor teológico. Al hecho objetivo de esta opresión política contra las minorías en algunos países hay que sumar el factor teológico, sin el que no es posible entender la situación actual ni definir una mínima base para aventurar acontecimientos futuros. El chiismo, patrocinado por Irán, y el sunismo, defendido por los saudíes y por la mayoría de los países árabes, son en última instancia dos corrientes religiosas pugnando desde hace siglos por liderar a todos los creyentes constituidos finalmente en una suerte de gran nación islámica. Siria es ahora mismo un campo de batalla de esta guerra milenaria entre chiíes y suníes, con Irán y su franquicia en la zona (el grupo terrorista libanés, también chiita, Hezbolá) protegiendo a su peón alauita, Bashar al-Assad, y las naciones árabes, encabezadas por Arabia Saudí, ayudando a los rebeldes para expulsar al enemigo herético y poner al frente del país a un suní.

Israel' En medio de toda esta convulsión, con fuertes implicaciones geoestratégicas, Israel, la única democracia de corte occidental en la zona, espera acontecimientos, al igual que Estados Unidos y Europa. La tesis que parece imponerse tanto en el país hebreo como en las cancillerías occidentales es que los enemigos conocidos son preferibles a los que pueden venir, en caso de que el orden actual implosione y surjan nuevos actores mucho más fanatizados, como ha ocurrido en Egipto y Túnez. En otras palabras: mejor bregar con Siria, Palestina y Líbano, parecen decir, que con una República Alauita, Hamastán y Hezbolandia.

© [FIRMAS PRESS]

Pablo Molina Periodista español. Miembro del Instituto Juan de Mariana.