La geopolítica de la ampliación de la UE

La ampliación es ahora una cuestión existencial con implicaciones de largo alcance para la Unión Europea

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¿Dónde acabarán las fronteras de Europa? El 6 de octubre, los líderes de la Unión Europea se reunieron en Granada, España, para discutir una cuestión que ha fascinado a eurócratas, think tanks y periodistas de todo el bloque desde el inicio de la guerra en Ucrania.

Aunque la UE ya aprobó la candidatura de Ucrania en junio del 2022, se prevé que el Consejo Europeo vote sobre el inicio de las conversaciones formales de ingreso el 15 de diciembre. Pero el debate en España fue la prueba de que en realidad ya no se trata de Ucrania y los Balcanes occidentales; ahora es una pregunta existencial, con amplias repercusiones para la UE y su lugar en un entorno global cambiante.

La UE parece ir rumbo a una reinvención radical, una “refundación” basada en tres pilares, cada uno de los cuales es asunto de intenso debate. Está en busca de un gran acuerdo entre las necesidades geopolíticas y los valores liberales.

Primer pilar: seguridad

Al pasar la UE de ser un proyecto de paz a un proyecto de guerra, se ve obligada a reconsiderar algunos de sus supuestos fundamentales. Lo más evidente es que los líderes europeos tienen que olvidar su aversión al poder duro. Pero todavía no está claro cómo será el proceso: ¿Pueden los gobiernos europeos unirse y desarrollar capacidades militares propias, o dilapidarán su dinero en la compra de equipamiento estadounidense o surcoreano listo para usar?

Las fronteras nacionales, que para la dirigencia europea antes eran maleables, han adquirido un nuevo significado después de la invasión rusa de Ucrania. El debate de la ampliación gira básicamente en torno a cómo definir las fronteras de la esfera de influencia del bloque y asegurar que países como Ucrania y Moldavia puedan buscar un futuro europeo, en vez de actuar como Estados tapón entre la UE y Rusia.

Los cambios en la visión europea de la seguridad resaltan la importancia de la ampliación. En vista del uso estratégico de los flujos migratorios, de la energía y de las materias primas fundamentales, así como la creciente nacionalización de la innovación y de la regulación en el ámbito tecnológico, los Estados miembros no pueden esperar que la OTAN satisfaga todas sus necesidades de defensa. El único modo de garantizar la seguridad de la ciudadanía europea es mediante la ampliación y el fortalecimiento de la UE.

Segundo pilar: la economía

Los europeos (tal vez más que nadie) creyeron en el poder transformador de la interdependencia económica y en su capacidad para convertir viejos adversarios en aliados. Pero en vista del uso armamentístico que hace Rusia de sus exportaciones de energía y de las amenazas chinas durante la pandemia de covid‑19 de restringir los suministros médicos, la UE procura una mayor autosuficiencia para mitigar posibles riesgos.

Sin embargo, esa autosuficiencia nunca podrá ser total. En vez de buscar la “autonomía estratégica”, los líderes europeos deben poner el acento en fomentar relaciones variadas con múltiples socios para tener alternativas si un país cualquiera algún día intenta chantajearnos. Por ejemplo, Ucrania y los Balcanes pueden ofrecer insumos críticos y mano de obra, y así ayudar a fortalecer la posición internacional de Europa.

Pero aquí el impulso de ampliación puede hallar grandes obstáculos. En una visita reciente a Varsovia, pude ver las ramificaciones de la crisis de los cereales causada por la guerra en Ucrania. Aunque Polonia defiende con firmeza el ingreso de Ucrania a la OTAN y comprende los fundamentos geopolíticos de la ampliación mejor que muchos países, también tiene grandes reparos.

Una preocupación importante para Polonia es la posibilidad de desbarajustes económicos con efectos negativos sobre su sector agrícola. Y también está la poco agradable perspectiva de convertirse en contribuyente neto al presupuesto de la UE tras el ingreso de Ucrania.

Tercer pilar: los valores

En el pasado, Europa se dividía entre los Estados miembros de la UE, liberales y cosmopolitas, y los países no pertenecientes al bloque, que necesitaban un proceso gradual de integración y transformación, sumando un capítulo del acervo comunitario (el corpus jurídico de la UE) a la vez. Pero ahora, esa dicotomía es evidente dentro de la UE misma, con países como Hungría y Polonia que abrazan el nacionalismo iliberal.

La ampliación ofrece una posible solución a ambos lados. Para los liberales europeos, es una oportunidad de poner en práctica reformas internas que incluyan condiciones basadas en el respeto al Estado de derecho y procedimientos de votación por mayoría cualificada.

Acaso esta modalidad mitigue las tendencias nacionalistas que a menudo han obstaculizado la definición de una política exterior unificada. Por su parte, los iliberales europeos creen que admitiendo a Serbia bajo el autocrático presidente Aleksandar Vucic y tal vez a una Ucrania más nacionalista, la fuerza colectiva del bloque iliberal será suficiente para desafiar a Alemania y Francia, líderes de facto de la UE.

La victoria del liberalismo no está garantizada. Ahora mismo todas las miradas están puestas en Hungría y Polonia, que el 15 de octubre celebrarán una elección general de suma trascendencia. En tanto, en Italia ya gobiernan los herederos políticos de Benito Mussolini; y tal vez la siga Francia, si Marine Le Pen gana la elección presidencial del 2027.

Necesidad de reinvención europea

Aun así, Europa está en los albores de una nueva era. La situación actual es similar a la de los años posteriores a la Guerra Fría, cuando los líderes europeos discutían si era mejor ampliar el bloque o profundizar la integración.

Para no tener que elegir, trataron de hacer ambas cosas. Pero cuando los Balcanes se hundieron en el caos, los comentaristas compararon a la dirigencia europea con Nerón, tocando la lira mientras arde Roma. Hoy la UE enfrenta un riesgo similar, en la medida en que profundos problemas existenciales se reducen a debates burocráticos sobre presupuestos, mecanismos e instituciones.

Para prosperar en un entorno geopolítico cambiante, la UE debe ampliarse y profundizar su integración. Pero puede ser más difícil de hacer en el 2023 que en el 2004. En vez de llevar a Ucrania, Moldavia y los Balcanes a través del mismo proceso de ingreso que siguieron Polonia y Hungría, la UE debe crear nuevos marcos innovadores.

Tal vez el resultado sea una estructura más complicada con círculos superpuestos, en vez de la Europa de “círculos concéntricos” que imaginó la dirigencia del bloque. Pero para que el proyecto europeo sobreviva, tiene que reinventarse y hallar un gran acuerdo, no solo ampliar sus fronteras.

Mark Leonard es director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.

© Project Syndicate 1995–2023