¿La gente se vuelve malcriada porque no la golpean lo suficiente?

En lugar de una apología del castigo físico, el presidente debería reforzar los programas de educación para la crianza positiva y libre de violencia

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En un discurso público, el presidente Rodrigo Chaves culpó a su papá porque aunque le dio coyunda, no fue suficiente, y por eso él seguirá siendo malcriado.

La coyunda es una correa fuerte con que se unen los bueyes. Es decir, para el mandatario, se necesitan fuertes dosis de castigo físico para mejorar el comportamiento. ¿Es cierto que el mal comportamiento se corrige mediante castigo físico?

De acuerdo con la investigación clásica del psicólogo social Albert Bandura sobre el aprendizaje social, una de las formas sobresalientes en que los niños aprenden es por medio de la imitación, pues tienden a repetir aquello que observan en los modelos adultos más cercanos.

Así, los niños que presencian a un adulto ejercer violencia contra otro tendrán más probabilidades de reproducir la agresión en sus relaciones interpersonales.

Los niños criados en familias violentas suelen aprender que la violencia es una vía eficaz para resolver conflictos, y la utilizan en sus relaciones adultas, incluidos sus propios hijos.

Según las investigaciones sobre la experiencia infantil adversa, los niños que enfrentan la violencia suelen padecer más estrés y rezago en su desarrollo físico y cognitivo. El estrés tóxico en niños agredidos perjudica su sistema inmunitario, lo cual se asocia a una mayor prevalencia de enfermedades cardiovasculares, hepatitis, cáncer de hígado, asma, enfermedad pulmonar, enfermedades autoinmunes, mala salud dental y depresión.

De conformidad con estudios neurocientíficos recientes, el cerebro de los niños agredidos durante la infancia presenta un déficit de desarrollo estructural y funcional, lo cual predice un comportamiento menos regulado y un rendimiento escolar inferior.

Los niños castigados físicamente y con frecuencia corren el riesgo de padecer estrés postraumático e hiperactividad, abusar de las drogas, caer en la delincuencia juvenil, huir del hogar, ser más agresivos y desobedientes, o abandonar sus responsabilidades.

Además, es posible que sufran ansiedad, insomnio, pesadillas, déficit de atención, baja autoestima y problemas de concentración. Las regiones cerebrales que se activan cuando se experimenta rechazo social se asemejan a las que se activan cuando se es víctima de violencia física, según investigaciones neurocognitivas. Esto respalda la idea de que quien es agredido por sus padres también percibe rechazo de estos.

La declaración presidencial resulta sumamente desafortunada, ya que aboga por una crianza autoritaria, violenta e irracional en una era en la que abundan pruebas que indican que el castigo físico no mejora el comportamiento, sino que lo empeora.

Lamentablemente, la mayoría de las familias aún creen que es una alternativa válida de crianza, a pesar de que está prohibida desde el 2008. ¿Queremos niños bien portados? Entonces, debemos considerar la evidencia científica, incluso costarricense, que nos dice que cuando los menores se relacionan con figuras adultas confiables, estables, respetuosas y afectuosas, su comportamiento será mejor.

Una investigación realizada por el Instituto de Estudios Interdisciplinarios de la Niñez y la Adolescencia de la Universidad Nacional (Ineina) en el 2018 encontró que cuando los padres se capacitan en métodos de crianza positiva, tienden a recurrir menos al castigo físico y se sienten más satisfechos con su labor de crianza.

En lugar de hacer una apología del castigo físico, lo conveniente sería que el presidente refuerce los programas de educación para la crianza positiva y libre de violencia.

pablo.chaverri.chaves@una.cr

El autor es académico del Ineina-CIDE-UNA.