La formalización de la informalidad

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En las ciudades de América Latina la informalidad salta a la vista. Pero la realidad es que se extiende mucho más allá de los vendedores callejeros o los taxistas sin licencia, pues involucra a casi la mitad de la fuerza de trabajo y a millones de unidades productivas, generando una actividad económica vital para nuestros países. En medio de ese escenario, la formalización de la informalidad surge como un gran desafío político.

Pobreza. La informalidad está estrechamente vinculada a la persistencia de la pobreza y la desigualdad en los países latinoamericanos. Para quienes no tienen otra opción laboral, el trabajo precario es fuente de desaliento y frustración, lo cual afecta la estabilidad social, la confianza en las instituciones e, incluso, la gobernabilidad.

Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la formalización de la informalidad es un tema prioritario y, por eso, hemos lanzado la primera estrategia regional para apoyar los esfuerzos de los países: Forlac. Es un fenómeno heterogéneo y multidimensional, complejo y arraigado en la sociedad, y para hacerle frente es necesario usar una combinación de políticas.

En la región hay al menos 127 millones de trabajadores en la informalidad junto con sus familias. La mayoría no están allí por voluntad propia, sino porque es la única manera de obtener los ingresos necesarios para sobrevivir. Es más frecuente entre los más vulnerables: jóvenes, mujeres, migrantes y pobres.

Sin estabilidad. La informalidad genera empleos e ingresos, y en algunos casos incluso puede parecer un buen negocio, aunque para la mayoría significa estar en empleos mal remunerados, inestables, sin protección ni derechos, sin perspectivas, fuera de las estructuras jurídicas e institucionales.

Según datos recopilados por Forlac, entre el 20% de la población con mayores ingresos es posible detectar hasta un 30% de informalidad. En cambio, entre la quinta parte más pobre la informalidad afecta hasta al 73,4% de quienes tienen una ocupación. Hay un vínculo entre informalidad y pobreza.

También se encuentran en informalidad el 83% de los trabajadores por cuenta propia, el 78% de los trabajadores domésticos y el 59% de los trabajadores en microempresas. Por sectores, abarca al 71% en la construcción, 56,1% en comercio, restaurantes y hoteles, 50,9% en explotación de minas y canteras, y 39,6% en la industria manufacturera.

La informalidad es prevalente en los sectores de menor productividad, en una región donde hay una situación de heterogeneidad en la cual conviven sectores de muy alta productividad y poco empleo con otros en los que la productividad es bajísima, pero que demandan grandes cantidades de mano de obra.

La informalidad expresa en el plano laboral lo que, en el plano social, es la desigualdad. En este escenario se crean las condiciones para un mercado laboral excluyente.

Exclusión. La exclusión en el mercado de trabajo se manifiesta en desempleo abierto y también en informalidad. Incluso, hay personas que, teniendo empleo formal, pueden estar en situación de exclusión, sobre todo cuando no se les remunera adecuadamente, o cuando no se les reconocen derechos esenciales.

La formalización de la informalidad es, por lo tanto, una estrategia para la inclusión social. Aprovechar un potencial tan valioso de nuestra economía es también una herramienta para impulsar el crecimiento económico.

Hay un argumento sobre la necesidad de asumir este desafío político: la informalidad no desaparecerá por sí sola y se requieren estrategias deliberadas para hacerle frente. Incluso, si la región creciera a 4%, lo cual no sucede ahora, se necesitarían más de 50 años para reducir a la mitad la tasa de empleo informal.

Y esas estrategias deliberadas deben estar adecuadas a las realidades de cada país, con medidas que hagan atractiva y necesaria la formalización. Se trata de una inversión en el futuro.