La decisión de ser papá

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Hace algún tiempo, durante una dinámica grupal, me preguntaron cuál es mi palabra favorita. Luego de reflexionar brevemente, mi respuesta fue contundente: papá.

No porque haya tenido un padre ejemplar, pues no fue mi caso, sino porque desde el momento en que tuve a mi hija en brazos y la escuché llamarme así, esas cuatro letras han ido adquiriendo sentido a lo largo de un proceso que no acaba.

Con el paso del tiempo, he constatado que, a diferencia de la enorme mayoría de las madres, el hecho de “ser un papá” es una decisión absolutamente voluntaria para los varones.

Y no me refiero a la convicción de aportar genéticamente a la llegada de una nueva vida al mundo, sino al ejercicio efectivo y permanente que conlleva la paternidad a lo largo de la vida entera.

Ciertamente, no existe una única forma de “ser padre”, pero, independientemente de cómo se ejerza, la responsabilidad resulta infinita y la incertidumbre se vuelve constante.

Ser parte de la vida cotidiana

Persisten una serie de patrones culturales, familiares y hasta económicos que en buena medida condicionan la relación de un padre con sus hijos, aunque también está claro cuán determinante resulta la voluntad y disposición personalísima de cada varón para estar presente —de verdad— en la vida de sus hijos.

Podría parecer muy conveniente y una actitud responsable —en el mejor de los casos— un depósito mensual (muchas veces forzado legalmente) o “hacer acto de presencia” en ciertos acontecimientos significativos para los hijos (cumpleaños, graduaciones y bodas, entre otros), y así “salir en la foto”.

Por más trivial que parezca, sin embargo, estoy seguro de que es mucho más relevante ser parte de la vida cotidiana de los hijos en lugar de ser un papá meramente nominal o proveedor material.

Comprendo perfectamente que cada caso es distinto, pero también he aprendido que, a pesar de que papá e hijos no vivan bajo el mismo techo, es posible ser familia, y ese vínculo resulta de la decisión auténtica y nada sencilla para algunos acerca de ser papá.

Independientemente de las circunstancias de cada experiencia, al final del camino será mucho más valiosa la presencia del papá en los pequeños detalles de la vida de sus hijos, por ejemplo, ¿sabemos qué talla de zapatos usan?, ¿está al día su esquema de vacunas?, ¿cuál es su golosina favorita?, ¿a cuáles tiktokeros sigue?, ¿por qué anda de chicha el adolescente de la familia?, ¿cómo se llama su mejor amigo?, ¿de qué materia tendrá examen el próximo jueves?

O, incluso, ¿cuál es su fecha de nacimiento? En fin, es muy desafiante y siempre lo será, pero depende de la persona a la que le dicen “papá”, cuánto y cómo va a ser parte en la vida de sus hijos.

Persona de confianza

Así como es justo agradecer el esfuerzo a los padres biológicos que deciden serlo en el sentido pleno de la expresión, hay que reconocer también la libre determinación de aquellos hombres valientes que optan por ser papás de personas que no llevan su sangre, lo que termina siendo intrascendente, pues es el amor, la empatía y la generosidad lo que sustenta e inspira esa decisión.

Y no pienso en este momento solamente en quienes construyen una nueva familia, sino, como ocurrió en mi caso, en aquellos mentores que, sin necesidad de un vínculo familiar, se constituyen en referentes y modelos que orientan y marcan profundamente la existencia y personalidad de quienes, sin planearlo, terminamos siendo sus hijos afectivos.

Como pude hacerlo yo hasta el último momento, de ellos miramos sus múltiples errores y admiramos sus profundas virtudes para tratar de llegar a ser “gente buena” en un gesto mínimo de gratitud con esa generosidad y compromiso con una sociedad más humana.

Indistintamente del tipo de padres que seamos, deberíamos procurar un mínimo de conciencia acerca del impacto que tiene la vital decisión de serlo.

Cada acción, y sobre todo cada omisión, por mínima que parezca, tendrá impacto directo y profundo en la existencia de esas personas particularmente vulnerables que deberían ver en su papá a un hombre a quien confiarle nada menos que su vida.

descazu@gmail.com

El autor es politólogo.