La crisis es una oportunidad de cambio

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Hoy, más de 1,6 millones de vehículos transitan nuestras estrechas carreteras y calles. Más de 50.000 autos se incorporan cada año a esta flotilla nacional, empeorando nuestro grave problema vial. Más del 60% de la importación de petróleo se usa en transporte. Esto significa $1.200 millones al año. El mayor consumo del combustible es del sector privado y, luego, del público y el de carga. Para el 2021, Costa Rica estará emitiendo más de 15.000 gigagramos de dióxido de carbono, contaminando nuestras ciudades y sus habitantes. De continuar esas emisiones, será imposible que logremos la meta de carbono neutral, por más árboles que sembremos.

A San José ingresan diariamente más de 1,1 millones de personas, el 80% lo hace a través del transporte público y el 20% en carros privados, que utilizan el 70% del espacio vial. Más de 300.000 carros asfixian la ciudad. Falta de infraestructura, indisciplina, accidentes, intolerancia, calles estrechas, ausencia de señales de tránsito, tráileres circulando a todas horas, huecos, mala iluminación y parqueo en vías públicas a la libre han producido un verdadero caos vial que está trasformando la Gran Área Metropolitana (GAM) en un gran parqueo.

Este congestionamiento se ha agravado por el colapso de la Circunvalación, que está generando graves costos por las pérdidas de horas productivas, mayor contaminación, desgaste de los vehículos, problemas de salud, violencia y mayor consumo de combustible. Llevamos 20 años sin terminar una arteria tan importante como el anillo de circunvalación. Semáforos, rotondas, accesos y la falta de cerrar el círculo en el sector norte habla mucho de nuestra ineficiencia. Todo este cuadro requiere un análisis más profundo de qué vamos a hacer en los próximos cuatro años. Actualmente tenemos más de $850 millones aprobados por el BID para infraestructura, que, por nuestra complicada y obsoleta institucionalidad, no los hemos ejecutado.

Ordenamiento territorial. Antes de hacer nuevas inversiones en nuestras calles y carreteras, debemos regular el uso del suelo. Hay que buscar nuevas soluciones con todos los actores políticos, sociales, económicos y técnicos. ¿Qué ciudades queremos? ¿Cuáles son los derechos de los ciudadanos? Tenemos que habitar, trabajar, circular y cultivarnos en nuestras ciudades. No se vale tener municipios limitados en sus capacidades ejecutivas y carentes de recursos y legislación para inversión.

Hoy, más que nunca, necesitamos instrumentos, recursos, incentivos e institucionalidad para reestructurar nuestras ciudades. Más regularidad, más sentido de pertenencia, más espacios públicos, una ciudad más compacta y mejor transporte público son básicos para una ciudad de los ciudadanos. No podemos desistir de la idea del centro cívico, económico y cultural en el corazón de la capital. No es lógico llevarse un centro de convenciones fuera del casco de la ciudad, al igual que muchas de las oficinas principales del sector público. Tampoco podemos olvidar nuestro paisaje urbano y estar creando verdaderos guetos humanos.

El uso del suelo en los centros urbanos debe ser mixto para lograr integrar el trabajo a la vivienda. No podemos seguir teniendo centros urbanos desolados. No debemos seguir expulsando a los pobres a la periferia. ¿Quiénes queremos ser? ¿Queremos seguir viviendo en ciudades divididas y descompuestas? ¿Acaso vivimos en ciudades acorraladas y fragmentadas? Hoy tratamos de huir de nuestro entorno cotidiano.

Desafíos. En algo sí podemos estar claros: no podemos eliminar el transporte privado, pero debemos desarrollar nuevas infraestructuras inteligentes, para lo cual se va a requerir tener nuevos instrumentos y recursos. No podemos seguir con varios actores institucionales trabajando individualmente. El reordenamiento vial comienza con el ordenamiento territorial, no podemos tener un Gobierno Central, instituciones y municipalidades actuando en forma aislada. El desarrollo de una ciudad debe verse desde el aire con una perspectiva macro-. Los problemas de una ciudad son multisectoriales, involucran un aprendizaje sociocultural, alianzas público-privadas, y resolver problemas físicos y funcionales. Los ejes temáticos de un nuevo ordenamiento territorial exigen eficiencia y transparencia. No podemos posponer los problemas de ordenamiento de nuestras ciudades.

La ciudad es un tema de Estado. Más inversión, más coordinación, más planificación y más coherencia son esenciales. Hay que empoderar a la ciudad y a los ciudadanos. Más aceras, más bulevares, más seguridad y una autoridad central son imprescindibles. Para hacer las grandes transformaciones, se debe recurrir a la figura de fideicomisos con los bancos del Estado, a fin de hacer infraestructuras, expropiar con agilidad, gravar siempre la plusvalía, buscar nuevos ingresos para los municipios, y menos burocracia. Hagamos nuestras ciudades más productivas, más competitivas, más equitativas, limpias, más atractivas y más habitables. Hagamos ciudades sostenibles social, económica y ambientalmente.

No sigamos fragmentando nuestro tejido social. No permitamos que prevalezca el automóvil sobre los ciudadanos. Diseñemos para el futuro, con el fin de reducir la contaminación y el caos vial. No nos olvidemos de la coexistencia, la política y la sociabilidad, claves para nuestras ciudades. Tenemos que compactar nuestras ciudades. La proximidad es lo relevante. Hay que reducir distancias. Las ciudades deben ser una agrupación de relaciones e intereses. Ante el caos, debemos preguntarnos hacia dónde vamos.

Busquemos soluciones inteligentes al transporte público, apegadas a nuestras necesidades. No es lógico que todas las líneas de buses ingresen al casco de la ciudad. Un sistema de buses articulados a base de gas, y de acceso fácil, con carriles exclusivos, tal como existe en Bogotá, es una solución probada con éxito, sencilla y económica. La crisis es una oportunidad de cambio.