La construcción de la memoria

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El tiempo pasa, y no pasa en vano. Dejamos una estela de hechos que puede impactar, o no, al resto de las personas. Nuestros actos, y los ajenos, también nos afectan. Lo vivido cobra, y pagamos en cuerpo y alma. El tiempo siempre pasa la cuenta.

Los seres humanos no retenemos experiencias de los hechos, solamente una interpretación parcial de estos. La fijación de nuestros recuerdos, positivos o no, también produce un nuevo impacto en nuestras vidas. Lo que al inicio parecía ser un círculo, se revela finalmente como la espiral que construye nuestra memoria.

Algunos, han tratado de explicar los mecanismos involucrados en este proceso. Daniel Kahneman, un psicólogo que obtuvo el Nobel de Economía y otros colaboradores, demostraron mediante experiencias de personas sometidas a procedimientos médicos desagradables, que su opinión variaba dependiendo del momento preciso en que se producía un pico de dolor, su duración o intensidad.

Concluyeron, en general, que un alto porcentaje de ellos retenían en su memoria una imagen subjetiva de lo sucedido. Identificaron tres fenómenos con claridad. Primero, es fácil perder la perspectiva del tiempo ya que una exposición más prolongada al mismo grado de molestia, no necesariamente registra una experiencia más negativa.

Segundo, se le presta más atención a los cambios de intensidad. Estos dos efectos combinados, sugieren que eventos dolorosos sean tolerados por largos períodos, siempre y cuando no existan sobresaltos. Finalmente, que un pico de dolor al final de la experiencia, domina el proceso de fijación de la memoria.

Estos académicos han tratado de explicar lo que los exitosos hombres de negocios conocen desde antaño por mera intuición o los grandes seductores de masas han aplicado desde siempre. Al fin y al cabo, la verdadera actividad comercial, o inclusive social más antigua del mundo, siempre ha sido el arte de satisfacer necesidades individuales o colectivas.

Tipos de memoria. Cuando agregan un caramelo a la factura de algunos restaurantes, más que para disimular el aliento, este confite constituye el último esfuerzo del administrador del lugar para endulzarnos, si no la vida, al menos el trayecto al parqueo. Busca, simplemente, fijarnos un “gran final” en nuestra memoria individual.

Sucede lo mismo luego de una semana de hotel “todo incluido”, donde el equipo de diversión del complejo se esmera por entretener al huésped, especialmente en los últimos dos días. El buen gerente sabe que la probabilidad de que el huésped regrese, depende en gran medida de lo disfrutado al final.

Memoria colectiva. A los pueblos les cuesta aprender “por cabeza ajena”. En muchos rincones del orbe (especialmente lo hacen los países en vía de desarrollo) se elogia, desde hace décadas, los resultados de las políticas públicas de los escandinavos en materia social, y el emprendedurismo de los asiáticos, sin que hayan podio reproducir estos modelos a cabalidad.

Por el contrario, hay quienes describen como ejemplares, ciertos resultados evidentemente desastrosos en algunos países latinoamericanos, supuestamente por gozar de un panorama más amplio. Un claro problema de percepción de los hechos y, por lo tanto, de construcción de la memoria.

De todas formas, los experimentos de Kahneman a lo mejor puedan explicar la forma en que muchos pueblos reeligen a sus representantes, luego de Gobiernos en los que no pasa nada o, peor aún, en los que predominan las experiencias negativas al inicio y durante el clímax de la Administración.

¿Por qué los gobernantes al cierre del mandato, por ejemplo, se dedican a labores de mantenimiento, a inaugurar “primeras piedras” y a evitar, si es posible, valientes ajustes de impuestos, heredando un grave problema fiscal?

Estos apuntes explicarían por qué parece que algunos pueblos tienen “flaca” memoria y viven en una nube de supuesta felicidad, pese a que el tiempo pasa, no pasa en vano y siempre pasa la cuenta.