La concesión que cambió Caldera

Caldera cumplen diez años y no hay duda de que la celebración es bien merecida

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El 11 de agosto se celebraron diez años de la concesión de puerto Caldera. En realidad, se trata de tres concesiones que después de superar la modorra estatal llena de leyes sin sentido, amenazas al cambio y tecnócratas en negación, finalmente vio la luz y hoy nos ha dejado la satisfacción de saber que quienes defendíamos el proyecto no estábamos equivocados.

La corta memoria que nos afecta a los costarricenses quizás haya olvidado ya el pasar frente a la bahía Caldera y verla saturada de buques en espera por semanas para ser atendidos de una forma mediocre, lenta y enquistada en técnicas y maquinaria del siglo pasado.

Esa corta memoria tampoco permitirá recordar el antes y el después de Puntarenas y Esparza, las obras de infraestructura, el turismo y el beneficio social que, como espuma, han crecido durante estos diez años.

Buena obra. La satisfactoria experiencia de esta concesión no solo es visible, sino que es contrastable con cifras y estadísticas, y llama la atención que el modelo implementado, aunque perfectible, es bueno y los resultados no dan lugar a engaño.

Aun y con la triste experiencia reciente, el Incop ha sabido ser fiscalizador de esta concesión, y con una visión del futuro trazada desde un inicio, ha logrado materializar la obra, impulsando el desarrollo de la región, posicionándose nuevamente como la institución referente de Puntarenas y Esparza.

Por su parte, el profesionalismo, conocimiento y compromiso adquirido por la Sociedad Portuaria Caldera y SAAM de Costa Rica no han decepcionado a quienes de una u otra forma pusimos las esperanzas de esta concesión en sus manos, y con una inversión millonaria, mística en su gestión y un profundo compromiso con el cumplimiento de la concesión misma, mantiene un volumen creciente de servicios, maximizando espacio y tiempo de lo que hace apenas diez años resultaba un caos.

Trabajo continuo. La Concesión de Puerto Caldera marcó un antes y un después en la zona de Esparza y Puntarenas, y aunque no todos pueden estar contentos, lo cierto es que ha traído beneficios.

Basta con hacer un recorrido desde la punta y pasar por el puerto para llegar hasta Esparza, para notar los cambios para muchos aún sorprendentes; más cuando sabemos de los grandes proyectos que esperan por ejecución.

La bahía ya no parece una postal fija en el mar, sino que es un paisaje activo, en constante movimiento que no da cabida a las dudas de que el puerto trabaja todas las horas de todos los días del año.

La celebración de este primer decenio, la contrastación de sus resultados y el convencimiento de que sí se puede, llama la atención para pensar que también podría experimentarse con otros campos en los que el Estado no logra, ni logrará, tener la capacidad de solucionar los problemas, sea por falta de conocimiento, sea por falta de dinero.

Lo cierto es que saliendo de la zona de confort y siendo más majadero que los majaderos en constante negación, bien podríamos construir nuevas cárceles o tomar las riendas de instituciones que bajo la sombra del Estado no tienen mayor futuro que desaparecer, como lo es la Fábrica Nacional de Licores, entre otras.

Las concesiones de puerto Caldera cumplen diez años y no hay duda de que la celebración es bien merecida, por lo logrado y lo que aún falta por ver. Enhorabuena.

El autor es ex presidente ejecutivo del Instituto Costarricense de Puertos de Pacífico (Incop).