La carretera fronteriza

La “carretera de la dignidad”, una obra de gran visión estratégica y geopolítica

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Hace unos tres años, la última vez que anduve por esa calurosa tierra adentro, más allá de Río Frío y Puerto Viejo de Sarapiquí, en ruta hacia el Delta Costa Rica, en donde el río Colorado se junta con el majestuoso río San Juan, lo hice por unas pequeñas trochas infernales, en doble tracción y batiendo barro de olla entre potreros y humedales.

Hace unos días regresé con unos amigos. Lo hicimos por la nueva carretera rústica de piedra hasta el margen costarricense en la frontera y, de ahí, desde el puesto de nuestra Fuerza Pública, en el lugar preciso en que ambos ríos se juntan, pudimos observar a corta distancia las dragas sandinistas y el cuartel del Ejército nicaraguense. No solo la carretera, también la electricidad, el alumbrado público y los teléfonos del ICE habían llegado a ese apartado rincón de Costa Rica. Eso se llama progreso, desarrollo e integración nacional.

No pude evitar la picada de los agresivos zancudos y de las coloradillas, pero confieso que me llené de legítimo orgullo patriótico. Ahí, en esa encrucijada de nuestras históricas y legendarias disputas con Nicaragua, tanto con los sandinistas como con los somocistas, en diferentes épocas, interioricé la magnitud y la trascendencia de esta obra magna de la administración de la presidenta Laura Chinchilla. Esa carretera no es solo una importante obra de infraestructura. Es una obra de gran visión estratégica y geopolítica.

Dignidad y valentía. En efecto, desde el Delta Costa Rica hasta puerto Soley, al otro lado del territorio nacional, en el océano Pacífico, por unos 330 kilómetros, rumbo al noroeste, el Gobierno de la República se ha impuesto derrotar la naturaleza, los ríos, el aislacionismo y construir, con recursos propios y nacionales, una carretera paralela a la frontera, como símbolo inequívoco de dignidad y respuesta valiente y legítima a la invasión del Ejército sandinista en el extremo de Punta Portillo, en la isla Calero, que por el tratado Cañas Jerez, el laudo Cleveland, los varios levantamientos topográficos del Ejército norteamericano y los mapas de todos los tiempos, desde mediados del siglo XIX, es territorio soberano de Costa Rica y no de Nicaragua. Esa es la verdad histórica.

Desde el Delta Costa Rica hacia el noroeste se han construido unos 160 kilómetros. Los otros 170 kilómetros se construyen en la dirección inversa. La parte de carretera que recorrimos se abre paso, victoriosa y llena de nuevas esperanzas, diciéndonos a todos los costarricenses, sin excepción, especialmente a los pesimistas, que sí se puede... que no es cierto que el destino y los malos políticos nos han derrotado como nación y que, enfrentados al peligro del invasor sandinista, que no es el pueblo nicaraguense, sino una gavilla sin escrúpulos que se ha apoderado del poder en Nicaragua, el pueblo costarricense y su legítimo Gobierno pueden responder con talento y capacidad en el terreno del derecho internacional, en la Corte de la Haya, pero también en el terreno duro de la geografía, construyendo esta carretera de la dignidad, para defender y consolidar los legítimos e históricos derechos de Costa Rica.

Después de una pésima reacción inicial que critiqué con dureza, llena de errores en el Ministerio de Relaciones Exteriores y en el Ministerio de Seguridad Pública, ahora, bajo la conducción capaz del canciller Enrique Castillo en los estrados internacionales correctos y con esta formidable iniciativa de la carretera fronteriza, el Gobierno de doña Laura ha recuperado terreno y credibilidad con creces, y el país puede sentirse seguro, en un tema esencial y prioritario de la agenda nacional como es la defensa de nuestra soberanía e integridad territorial. Igualmente celebramos el ingreso de personal de Minaet a la isla Calero, con el propósito de mantener en buen estado de conservación esa parte del territorio, así como la idea de transformar la isla y los humedales en un parque nacional.

Decisión soberana. Ni para construir esta carretera ni para ingresar a la isla Calero, Costa Rica necesita comunicarlo al Gobierno sandinista, de la misma forma que ellos, tampoco, tienen por qué informarnos de la construcción de un aeropuerto o de un puente, más allá o en las márgenes del río San Juan que son territorio de Nicaragua. Cada país es soberano en su territorio nacional. “El respeto al derecho ajeno es la paz”, decía Benito Juárez. En esa norma inequívoca y en el acatamiento del fallo que dictará la Corte Internacional de Justicia deben encuadrarse las relaciones actuales con el Gobierno sandinista. Esa es la tesis.

Entre tanto y mientras se produce este fallo, adelante con esta carretera de la dignidad. Si la presidenta Laura Chinchilla y su ministro de Obras Públicas, así como el Conavi, logran hacer el mayor de los esfuerzos para llegar hasta una tercera fase y dejar esta obra asfaltada, antes del 8 de mayo del 2014, esta administración y doña Laura, en particular, tendrán a su favor un punto de oro y de reconocimiento. Así es como se escribe la historia de los pueblos.