La carrera de África contra las máquinas

La automatización plantea una amenaza para los empleos en las economías en desarrollo

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WASHINGTON – Según algunas estimaciones, la automatización amenaza a más de la mitad de todos los empleos en los países de la la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Y ahora que el desafío para el empleo se está convirtiendo en una cuestión crucial, la lucha para encontrar soluciones definitivamente ha empezado.

Por ejemplo, Bill Gates ha exigido un impuesto a los robots, que podría desacelerar el ritmo de la automatización, así como esfuerzos para financiar otros tipos de empleo centrados en el capital humano. El exsecretario del Tesoro de Estados Unidos Lawrence Summers, por otra parte, advierte que un impuesto de estas características impediría la innovación. Otros sostienen que los gobiernos deberían simplemente subsidiar los salarios de los trabajadores de bajos ingresos.

Lo que estas perspectivas sobre tecnologías que sustituyen la mano de obra tienen en común es una tendencia a centrarse en las economías avanzadas. Pero la automatización también plantea una amenaza muy real para los empleos en las economías en desarrollo. En África, en particular, un conjunto creciente de jóvenes –11 millones que ingresan al mercado laboral cada año– no hace más que agravar la amenaza. Sin una planificación cuidadosa de las políticas, la explosión demográfica anticipada del continente podría terminar siendo una bomba de tiempo.

En la medida que caigan los costos de la automatización en relación a los salarios industriales, y en tanto la producción industrial global se vuelva menos intensiva en mano de obra, África perderá algunas de las ventajas de las que depende actualmente. En el futuro, tal vez no pueda atraer fabricantes que busquen capitalizar la mano de obra abundante y de bajo costo. Muchos en la región hoy temen que será escaso el beneficio que extraigan de este período fugaz de industrialización, y que las tendencias demográficas, sociales y económicas actuales podrían derivar en crisis de seguridad y humanitarias en el futuro.

La competitividad salarial ha sido, desde hace mucho tiempo, el catalizador para una industrialización exitosa. Desde la Revolución Industrial en Occidente, Japón, varios países del este asiático y ahora China han atravesado una industrialización de gran escala, en parte porque tenían salarios competitivos. Y ahora que los salarios en China están en alza, las empresas industriales que requieren mucha mano de obra están trasladando sus operaciones a otros países de bajos salarios como Bangladés.

Con su enorme oferta de mano de obra de bajo costo, África también podría atraer a estas firmas. Pero la industria solo representa un 10% del empleo total de África, y la llegada de la automatización ha alterado su ventaja relativa en términos de costos.

Sin duda, África le debe más su falta de industrialización a factores estructurales como climas de inversión adversos, infraestructura insuficiente y políticas industriales caprichosas. Pero, a esta altura, aun si los responsables de las políticas africanos quisieran fomentar e implementar las reformas apropiadas, el ritmo de aceleración de la automatización seguiría minando la industrialización. Los robots se están volviendo menos costosos y más eficientes a la vez, mientras que los fabricantes necesitan compensar la escasez de mano de obra en varias economías avanzadas y emergentes.

China y otras economías emergentes también pueden perder algunos empleos en tanto las empresas en economías avanzadas den marcha atrás en sus políticas de contratación externa y trasladen las operaciones industriales más cerca de casa. Pero China ha identificado la automatización como una prioridad estratégica, y ahora está desarrollando su propia industria robótica para anticiparse a sus crecientes costos laborales y su población que envejece. Desde el 2012 hasta el 2015, la cantidad de robots industriales en China como mínimo se ha triplicado, a 65.000.

Una mayor producción global y costos de tecnología en baja podrían asestarle un serio golpe a África, donde el desarrollo económico probablemente se estanque sin industrialización, y donde la expansión de la burbuja juvenil no da señales de desinflarse. Según las proyecciones actuales, la población en edad laboral de África crecerá sustancialmente en el próximo siglo, mientras que la del resto del mundo se achica. Los gobiernos africanos han de implementar políticas del mercado laboral con miras al futuro para invertir en capital humano y, más importante, para crear empleos en un sector industrial intensivo en mano de obra. De lo contrario, África tendrá la mayor población del mundo de jóvenes desempleados y frustrados.

El impacto ya es evidente. En tanto los trabajadores de África buscan mejores oportunidades, están trasladándose en tropel a las ciudades más rápido de lo que las ciudades pueden absorberlos, lo que deriva en la proliferación de áreas marginales en zonas urbanas y una ola de inmigración ilegal a Occidente. Mientras la demanda de educación, atención médica y otros servicios públicos continúa creciendo, las presiones sociales seguirán aumentando. Y, sin una seguridad económica, algunos jóvenes recurrirán a actividades ilegales, o caerán presa de grupos extremistas que explotan su desesperación.

Los responsables de las políticas en África deberían mantener estas tendencias demográficas y económicas en mente cuando formulan sus planes de desarrollo nacional. La región todavía puede sacar partido de su dividendo demográfico, pero hoy es una carrera contra las máquinas.

Las máquinas claramente están ganando terreno. Si bien gravarlas puede desacelerar su difusión, los responsables de las políticas deberían estar bien asesorados para superar las medidas provisionales y acelerar la implementación de agendas de crecimiento inclusivas. El resto del mundo debería respaldar a África en esta carrera. El éxito de África sería un bien global. En cambio, si esto no sucediera, plantearía una seria amenaza para nuestra seguridad colectiva, y para el desarrollo humano en general.

Brahima Coulibaly, miembro sénior y director de la Iniciativa de Crecimiento de África en la Brookings Institution, fue economista jefe y director del grupo de mercados emergentes y economías en desarrollo en la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal de Estados Unidos. © Project Syndicate 1995–2017