La América de las dictaduras

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El siglo XX en América Latina no podrá separarse de las dictaduras, en las cuales hubo sintonía de los poderes militar, político y religioso.

El fantasma del ateísmo y del comunismo entre quienes propiciaban cambios no ayudó a que fuese diferente. La pasividad y la inacción resultan ser, al final, un aliado del statu quo.

Los sacerdotes de la teología de la liberación no fueron bien vistos y quizás la imagen más célebre es la de Su Santidad Juan Pablo II regañando al padre Ernesto Cardenal, ministro de la Revolución sandinista.

El arzobispo de San Salvador monseñor Óscar Arnulfo Romero fue excepción: denunció en sus homilías las violaciones a los derechos humanos y las condiciones de miseria de sus coterráneos; fue masacrado mientras oficiaba la misa.

En el camino hacia la vida democrática, cada país ha tratado de esclarecer las atrocidades de las dictaduras y de sentar responsabilidades. “Comisiones de la Verdad” han intentado profundizar en el tema de “las desapariciones forzosas”.

En Argentina, las Abuelas de la Plaza de Mayo no nos han permitido olvidar los crímenes de lesa humanidad perpetrados bajo la dictadura de Videla; apoyadas por la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad y aliadas con el cambio generado por las pruebas de ADN han logrado identificar ya a más de 120 nietos robados.

Reapertura del debate. En el 2013, la elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio –papa Francisco– reabrió el debate sobre los más 30.000 desaparecidos en tiempos de la dictadura de Videla y la siempre actual pregunta de cuál es el papel social que se espera de la Iglesia y de sus sacerdotes.

Hay tantas respuestas como perspectivas, por supuesto; aunque bastaría con clamar por imitar al Jesucristo lleno de justicia y de amor.

La miniserie Llámame Francisco (Netflix, 2016), sobre la carrera sacerdotal del Pontífice, nos muestra aspectos humanizados del padre Jorge, capaz de bautizar a un hijo de madre soltera y de instar a los colegiales a leer a Borges y otros autores censurados.

Pero en el tema de las desapariciones, presente en la serie, no se profundiza. El análisis de lo que ha sido una de las más desgarradoras páginas de la historia argentina merece llegar a fondo: como toda herida putrefacta, es necesario que el pus salga por completo para sanar, aunque el proceso duela.

América Latina no puede olvidar el genocidio, la dictadura, la tortura, las violaciones de derechos humanos sistemáticos.

El deber de recordar y no olvidar nos permitirá crecer como sociedades respetuosas de los derechos humanos y también evitar tomar siniestros caminos que conduzcan a repetir los horrores del pasado.

La autora es odontóloga.