Justificar el día

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La Biblioteca Antonio Dal Masetto , cuya publicación es noticia fresca en los medios virtuales e impresos, nos habla del raro júbilo de una cita: un veterano de la narrativa joven, una suerte de clásico que podría ser beat o dueño secreto de cierto rock criollo, se ha vuelto un escritor único para las últimas generaciones.

Andariego y nada encasillable, hoy perseguido por sus lectores prójimos y pasados, Dal Masetto aún sorprende. Sorprenden los relatos de Siete de oro , Juego a discreción y Sacrificios en días santos .

Con su fulgor de 76 años, Antonio parece el hijo de su infancia italiana, un peregrino y cronista de biografía propia y ajena que Argentina sacó de una costilla que nadie pensaba, magia que cambia de lugar al ser leída: “Había dicho no a tantas cosas que ahora me resultaba demasiado fácil decir que sí a todo”, comienza Siete de oro .

Comienza bien, el paso derecho; y gana y rifa una edad casi estacionada que, por impenetrable, puede darnos la clave de lo que vamos perdiendo en el camino y de lo nunca perdido. El otro día, alguien lo entrevistaba, envuelto en estos vapores de leyenda, pero un cartelito en la mesa de trabajo lo rebotó de nuevo al mundo.

El cartelito que Dal Masetto expone –“justificá tu día”– es un grito de ánimo, el más digno de oír cada mañana trabajando y trabajándose.