José Mujica y el desarrollo de América Latina

El conocimiento conversa, dialoga, construye, transforma, lucha; la ignorancia insulta

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Nunca se cultiva el análisis cuando se estimulan sentimentalismos poco o nada reflexivos. Algo de esto percibí con ocasión de la conferencia del expresidente de Uruguay, José Mujica Cordano, dictada hace pocos días en la Universidad de Costa Rica.

Es cierto que la interacción de Mujica con las personas se sustenta en la percepción de que él es un ser humano sin adornos, cercano, de vida sencilla, que cada día se esfuerza por ganar la batalla de la coherencia y la sabiduría.

No es común, en esta sociedad de puerilidades y disfraces, una persona que transmita tales características, y esto explica la seducción social que ejerce el expresidente uruguayo; sin embargo, tal circunstancia no debe hacer olvidar que él padece lo mismo que todos padecemos: falibilidad, inconclusión, error, imposibilidad de ser depositario de verdades absolutas.

En la vida y en la historia no hay certidumbres inmutables, sino propensiones, probabilidades, tendencias. De ahí la necesidad de cultivar, frente a cualquier pensamiento, las altas disciplinas de la racionalidad y del estudio.

La hermosa pasión que acompaña a las emociones debe profundizarse con el arduo trabajo del intelecto, porque pensar, junto al amor y la libertad, es el mayor acto de rebelión.

El conocimiento conversa, dialoga, construye, transforma, lucha; la ignorancia insulta, simplifica, embrutece, idolatra, mata. De aquí la necesidad de analizar el pensamiento de Mujica, debatirlo, dialogarlo, enriquecerlo, cuestionarlo, aquilatando su pertinencia, sus méritos, sus insuficiencias, sus errores.

“Socialismo”. Mujica se ha opuesto al estatismo por considerar que cuando el Estado se hace grande sustituye las iniciativas de las personas. Ha sostenido que el “socialismo” solo es viable sobre la base de un “capitalismo floreciente”, que países capitalistas como Suecia o Noruega se han acercado a su idea del “socialismo”, que él no cree en las burocracias ni en burocratizaciones, y que la fuente de las verdaderas transformaciones sociales está en la síntesis de la alta política y la sabiduría científica.

Coincido con el enunciado general de estos planteamientos, pero estimo que aquello a lo que Mujica se refiere con el vocablo “socialismo” es en realidad un tipo de capitalismo, y él haría bien en tratar de aclarar y de aclararse lo que el socialismo sea según sus parámetros.

Y a propósito de su conferencia en Costa Rica permítaseme señalar algunas incoherencias e inconclusiones en lo dicho por José Mujica.

Explica el expresidente que nunca antes como ahora se había experimentado tan “formidable desarrollo de las fuerzas productivas”. “Nunca los seres humanos han tenido tanta riqueza, tanto conocimiento, tanta acumulación de capital, tantas posibilidades”; sin embargo, dice Mujica, existe algo que impide aprovechar esta expansión y desarrollo: el mercado.

La pregunta es inevitable: ¿Y no ha sido el mercado, entre otros factores, el que ha contribuido a lo que el mismo Mujica elogia como “formidable desarrollo de las fuerzas productivas”, así como a la extraordinaria expansión del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la acumulación de capital? ¿No son las fuerzas productivas elementos intrínsecos del mercado? ¿No son Noruega y Suecia, países que él admira, sociedades capitalistas donde los mercados juegan un papel importante, estratégico, junto al Estado de derecho, la democracia, la educación y la cultura?

Incoherencia. La presencia de la incoherencia indicada se hace más evidente cuando se estudia el modo equivocado como Mujica se refiere al tema del egoísmo. El capitalismo, como bien dice Mujica, lleva dentro el egoísmo como “un motor formidable, que ha desarrollado ciencia, tecnología”, pero en la vida económica, y social y política, no solo el impulso egocéntrico importa, también la disciplina, el ahorro, el trabajo, las experiencias asociativas, el apoyo mutuo, la solidaridad, la vida fraterna.

El egoísmo, por sí mismo, no explica nada de las dinámicas económicas o de los mercados, y no es una fuerza positiva ni transformadora, solo alcanza tal condición cuando se correlaciona con las otras variables indicadas, y solo en tal correlación es posible comprenderlo.

Mujica haría bien en estudiar con más cuidado las interacciones del egoísmo con esas otras realidades.

Algo semejante a las inconsistencias e inconclusiones apuntadas le ocurre a Mujica cuando se refiere al consumo. Él no se opone al consumo, sino al consumismo, pero por momentos identifica ambos debido a que no profundiza en sus diferencias.

El consumo es necesario, pero el consumismo olvida que la persona no es solo consumo, y por eso conviene superarlo.

Mujica coincide con esta tesis porque él ha defendido una política de salarios creciente con el argumento de que al elevar el poder adquisitivo de las personas estas consumen más en los mercados. Que consuman, pero que no se conviertan en compradoras compulsivas y desequilibradas.

Fernando Araya es escritor.