José Antonio Cerdas: El ejemplo finlandés

Finlandia combina competitividad con un transparente y avanzado Estado de bienestar

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La comprensión de las tendencias mundiales y la visión prospectiva de tomar los desafíos como oportunidades de cambio son claves para la prosperidad de las naciones. De hecho, tanto las fortunas y el progreso de los países como el bienestar de sus sociedades están determinados por la forma en que sus líderes y gobernantes responden, se preparan, se unen y cambian ante las circunstancias del entorno.

En este contexto, la capacidad de asociación, de constituir alianzas, de acordar una visión homóloga del país que se quiere y de trabajar por ello con resuelta voluntad ha sido fundamental para el desarrollo social y económico de las sociedades.

Como ilustración, hay una nación que lejos de haber malgastado su tiempo y sus recursos en contradicciones ideológicas y marañas burocráticas, nos enseña hoy que sí es posible lograr una buena gobernabilidad, productivas y transparentes relaciones público-privadas y eficaces mecanismos de consenso y toma de decisiones: Finlandia.

Dicho país es número uno en sistemas de educación e innovación y el cuarto más competitivo del mundo según el Foro Económico Mundial (2014-2015).

Finlandia es consistente en su progreso económico y capacidad competitiva. Contradictoriamente, los cambios experimentados a comienzos del siglo XX fueron similares a los vividos en muchos de los países de la actualidad, inclusive Costa Rica. ¿Qué hicieron los finlandeses de forma tan diferente?

Modelo ejemplar. Durante la década de los 60 del siglo pasado y con una visión unificada y prospectiva, sus líderes delinearon las bases políticas sobre las cuales se sustentaría su modelo de desarrollo. Creían que la tecnología y la innovación serían los ejes principales para su progreso inmediato y futuro.

En esta línea, para los setenta y ochenta, en medio de una fuerte crisis económica que experimentó hasta los noventa con la caída de la Unión Soviética, el Estado finlandés invirtió fuerte, pero estratégicamente, en educación, en desarrollo de la tecnología nacional y en las capacidades de producción en principal alianza con el sector privado.

De hecho, sin considerar que la investigación y el desarrollo constituyeran un gasto innecesario, las políticas públicas en el área hacen que hoy la inversión compartida en I+D represente, en promedio, el 3,55% del PIB en los últimos 10 años.

Por otra parte, el Gobierno determinó que todas las instituciones del Estado se concentrarían en crear lazos de cooperación entre el sector privado y los distintos niveles de la administración, al tiempo que vincularía al primero como uno de sus socios más estratégicos y fundamentales durante el proceso de desarrollo de la nación.

Sorprendentemente, hoy el Gobierno finlandés coordina a través de los municipios la transferencia de recursos al sector privado para el desarrollo de programas de extensión tecnológica, lo que ha ayudado a las regiones más alejadas del país a adquirir un nivel de desarrollo humano local mayor al promedio de las naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Actualmente, Finlandia es capaz de compatibilizar una economía competitiva y tecnológicamente avanzada con un notable y transparente Estado de bienestar, bajo un sistema de democracia pluralista y en preservación de su identidad cultural.

Lecciones para aplicar. ¿Qué debemos aprender de Finlandia? Al analizar nuestro caso, es sorprende como pareciera que estamos tan cerca de dar el gran salto, pero a la vez tan lejos del más importante: dejar el temor a un lado y retomar la capacidad de decidir con valentía.

Mientras naciones vecinas dan notables saltos en infraestructura, ambiente de negocios y competitividad, es inaudito que en Costa Rica minorías saboteen puentes, el Plenario se paralice por discusiones con frecuencia improductivas y las relaciones público-privadas se vean como sucias.

Hoy más que nunca Costa Rica demanda unión, voluntad y decisiones acertadas de sus líderes, como antaño nuestros gobernantes sentaran con una visión extraordinaria y perspicaz las bases del progreso social que hacen a la Costa Rica actual especialmente distinta de muchas otras naciones con más recursos.

Vale la pena estudiar el ejemplo que nos concede Finlandia desde la perspectiva gubernamental. Su papel ha sido trascendente y hasta fundamental en algunos casos, pero, a pesar de ello, los mecanismos y sistemas de asociación no han sido fuertemente encabezados: ha sido un enfoque de más acompañamiento-guía que acompañamiento centralizado.

El Gobierno ha sido principalmente un coordinador, un facilitador y un constructor de las plataformas compartidas para la toma de decisiones y el establecimiento de prioridades para el desarrollo, mientras que da la independencia significativa a los organismos de ejecución y a las organizaciones regionales o provinciales para permitir la entrega eficiente de las estrategias.

Desde el plano corporativo, debemos comprender que las condiciones que promueven el espíritu empresarial son difíciles de crear a través de la acción directa del Estado.

El sector público puede, como en Finlandia, crear un clima conveniente que apoye formas multifacéticas de la iniciativa empresarial y fomente nuevas empresas innovadoras a buscar el crecimiento y la innovación.

Lo que es importante en estos tiempos de cambio y globalización es la capacidad de las instituciones para identificar las oportunidades y definir las políticas y estrategias de desarrollo más prioritarias, pero todo ello bajo una visión unificada con la capacidad de decidir democráticamente pero con prontitud.

Al respecto, creo que sería bueno mirar también más hacia Escandinavia. Costa Rica puede aprender a tocar mejor el violín en la orquesta de las naciones.

(*) El autor es estudiante de la maestría en Economía del Desarrollo de la Universidad Nacional