Israel no es el problema

La solución no es,como afirma el señor Hurtado, un Estado binacional

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En días pasados, el señor Víctor Hurtado publicó un artículo titulado “La solución es un Israel laico” ( La Nación, 27/3/2016), sobre el cual me gustaría hacer unas reflexiones.

En primer lugar, asegura que nunca habrá un Estado palestino. Disiento. Confío que llegará el momento cuando la bandera palestina se izará al lado de la bandera Israelí, dos Estados independientes conviviendo en paz (única solución posible a largo plazo). Pero más allá de esta expresión de deseo, me gustaría puntualizar algunos aspectos en los que creo que el autor se equivoca.

Afirma el autor que la ciudadanía israelí se transmite por la fe, convirtiéndose así en un Estado confesional. Bien lo explicó Eli Feinzaig en respuesta a don Víctor: el carácter del pueblo judío es más nacional que religioso ( La Nación, 30/3/2016).

Los judíos somos miembros de una misma nación, que comparten idioma, creencias (religiosas y no religiosas), tierra, cultura. La ley del retorno da opción de nacionalidad a toda persona que tenga un abuelo judío (diferente a la Halajá, ley religiosa que plantea el judaísmo solo por vía materna o por conversión al judaísmo).

Como cualquier otro país, Israel define cómo otorga la nacionalidad (como los españoles, que por tener un antepasado de dicha raíz, aunque haya nacido en Costa Rica, puede solicitar su nacionalidad ibérica). O hijos de costarricenses, nacidos en el exterior, pueden adquirir su cédula tica.

En otro punto habla que Israel no es un país inclusivo (aunque antes hace referencia a que sí lo es al tener ciudadanos musulmanes con plenos derechos). Dado que este párrafo puede pasar inadvertido en el correr del artículo (cuando se habla de odiosas discriminaciones, por ejemplo), me gustaría puntualizar algunos temas de importancia en los que la respuesta ya publicada del señor Feinzaig se quedó corta.

Pluralidad. En Israel el árabe es uno de los idiomas oficiales. Hay 15 religiones oficialmente reconocidas, y cada una de ellas puede practicar libremente su culto (como no ocurre en cantidad de países islámicos que no permiten practicar no solo el judaísmo, sino tampoco el cristianismo, construir iglesias, etc).

Israel protege la libertad de judíos y no judíos por igual para practicar la religión de su elección. Además, las instituciones del Estado reconocen preceptos religiosos (ej. prohibición de trabajar en día de descanso) y no obliga a nadie a violar las doctrinas de su fe.

Pero no es solo tener derechos, sino también poder participar de la vida política y nacional. Hay diputados árabes, jueces de origen árabe (incluso uno de ellos condenó a un expresidente de Israel a prisión). Y podría agregar no solo la vida pública, sino también que una concursante de origen árabe fue nombrada Miss Israel, o que hay miembros del mismo origen en la Selección Nacional de Futbol israelí.

Delimitación de Estados. El problema es con los habitantes de los territorios en disputa, donde nuevamente se confunde al lector dando a entender que la disputa es sobre todo el territorio y no solo en una parte.

Pero además, hace referencia a una invasión y la imposibilidad de un territorio con continuidad lo cual no es cierto: ya en el año 2000 los negociadores de ambas partes habían llegado a una delimitación de ambos Estados, habían acordado la conexión entre Cisjordania y Gaza y fue la negativa de Yasser Arafat la que hizo que no se pueda tener hoy un Estado palestino.

Esos territorios fueron administrados durante 20 años por Egipto y Jordania, y nunca les dieron nacionalidad a sus habitantes. ¿Por qué? Porque tal como dijeron sus autoridades, querían “echar a los judíos al mar” y establecer un Estado árabe en todo el territorio de Israel.

Israel ha demostrado que su problema no es territorial (de hecho ha devuelto a Egipto, solo por la paz conseguida en los acuerdos de Camp David en 1979, tres veces su territorio actual al entregar la península del Sinaí –por demás, rica en petróleo– e incluso desmantelado asentamientos judíos que allí había).

Pero no debemos irnos “tan lejos” en el tiempo. En el 2005 se retiró completamente de la franja de Gaza, y lo único que recibió a cambio fueron más de 15.000 cohetes, túneles para sembrar el terror e infiltraciones terroristas.

En otro párrafo se habla de la ausencia de una Constitución Política. Israel no la tiene, pero sí tiene derecho constitucional a través de leyes fundamentales que regulan los temas propios de una Constitución Política.

En este tema, la Halajá (ley religiosa) no tiene nada que ver. Recordemos que no es el único país que no tiene Constitución, tampoco la tienen Canadá, Inglaterra o Nueva Zelanda, y eso no les impide ser Estados con leyes fundamentales democráticas.

Vivir en paz. Durante la oscura noche del nazismo en Alemania, primero nos dijeron que no podíamos vivir como judíos entre ellos. Después nos dijeron que no podíamos vivir entre ellos. Y al final nos dijeron que no podíamos vivir. Israel no va a permitir que ocurra esto nuevamente.

Recordemos que en los 20 años de ocupación árabe del área en disputa, los judíos no podían visitar sus lugares sagrados. ¿Acaso no podría volver a ocurrir esto en la solución propuesta por don Víctor, viendo que en ciertos países musulmanes no se permite la práctica de otras religiones como el cristianismo, y sus practicantes son discriminados, perseguidos y hasta asesinados?

Israel lo único que pide es que le dejen ser un Estado judío (así como los españoles quieren tener una nacionalidad española, los franceses francesa y aquí queremos la costarricense), con fronteras seguras para sus ciudadanos.

Si todavía los palestinos no tienen un Estado es porque sus líderes han preferido utilizar el terrorismo para mantener permanente el conflicto, y utilizan toda la ayuda financiera externa para construir túneles del terror en lugar de instituciones, escuelas y hospitales.

La solución no es como afirma el señor Hurtado un Estado binacional, dado que acabará con la vida judía con el correr de los años (como dijimos, por los hechos que se observan en los movimientos fundamentalistas islámicos como el Estado Islámico o Hamás).

La única solución es la creación de dos Estados.

Yo sí creo (y quiero) un Estado palestino. Esto sin duda alguna es posible, con ajustes de territorios, con cesiones de ambas partes y con líderes que verdaderamente lo quieran.

El autor es presidente de Bnai Brith Costa Rica.