Invisible

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La humanidad llegó a sospechar (y aún lo hace) que cada sujeto de la tribu puede virar de la materia a lo inmaterial. Este sería el caso del hombre invisible: un sueño, claro, y que el sueño no se cumpla es una desgracia. Pero también podría ser una desgracia si se cumple, ¿no creen?

En el pasado, se habló mucho de la piedra de heliotropía que, al ser frotada en el hueco de la mano, produce la desaparición de la persona; y un poco después, algunos maestros espirituales plantaron la idea de que el poder mental es capaz de amplificar los poros del cuerpo hasta borrarlo por completo.

Herbert G. Wells escribió, en 1897 y por entregas, El hombre invisible, relato donde un estudiante londinense nos dice cuál es la fórmula química para esfumarse ante el prójimo, colmando así una vieja inquietud pública.

A fines de los 30, los científicos del experimento Filadelfia, basados en la teoría de los campos eléctricos y magnéticos, juraron haber desaparecido a la nave Eldridge, curvando las ondas de luz. Pero el hecho fue desmentido rápidamente, dejando todo en fojas cero.

Hoy –sin embargo ahora mismo, me temo– el sueño se está tornando real, aunque no sea por el camino esperado…

Les cuento. La otra tarde –además de que vi llover– observé dentro de un bar cómo un grupo de cuatro (dos varones y dos muchachas) se transformaba en cuatro grupos de uno.

Cada cual por su lado, mediante su inevitable celular, sostenía un brioso diálogo con alguien o algo que no estaba allí de cuerpo presente. Y me dije: esto es ser invisible, no ser visto por los demás y que los prójimos no lo vean a uno… ¡y que a nadie le importe!

He aquí la suma invisibilidad, repetí en voz baja, un fenómeno que sucede a diario y se ha vuelto ya costumbre o, quizá, paradigma de lo nuevo.

Dice por ahí el filósofo Gilles Deleuze que cada cultura tiene su régimen de visibilidad, esto es, que pone a la vista ciertas cosas y desmaterializa otras. A la nuestra, según mi opinión, le toca diluir al ser humano actual y reducirlo a un simple operador de artefactos electrónicos que oprime botones o digita letras, mientras las miradas ajenas no lo miran ni advierten su existencia como si fuera un hombre invisible, apenas una sombra vacía. ¿El sueño cumplido? Parece.

¡Malos tiempos estos en que el hombre no es interesante para el hombre!

Víctor J. Flury es escritor.