Invento revolucionario cumple 66 años

La UE son 28 Estados, un proyecto de paz y prosperidad de más de 500 millones de personas

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Hoy conmemoramos un invento genial y revolucionario. Hoy celebramos el experimento más extraordinario de la historia de las instituciones políticas. Hoy recordamos una idea que transformó la organización del poder establecida en 1648 con la paz de Westfalia. Hoy es el Día de Europa.

El 9 de mayo de 1950 el entonces ministro francés de Asuntos Exteriores, Robert Schuman, llamó a la unidad de las naciones europeas “para hacer de la guerra no solo algo impensable, sino materialmente imposible”. ¿Cómo? Sometiendo la producción del carbón y del acero –alimento de la guerra– a la cooperación entre países bajo una autoridad supranacional.

Nacía así una semilla de esperanza entre las cenizas de la barbarie. Un proyecto que se puede explicar a cualquier niño con cuatro ideas muy sencillas: juntos somos más fuertes e inteligentes que separados; nuestra diversidad es el combustible que nos une y nos mejora; integrarnos nos hace más transparentes y nos protege de nosotros mismos; separados somos demasiado pequeños en un mundo de gigantes. Esas cuatro ideas no son europeas, son universales, y se pueden desarrollar de muchas formas, en cada rincón del planeta a su manera.

Sesenta y seis años después de la declaración de Schuman, Europa vive momentos difíciles y son muchos los que se han atrevido a predecir el “fin del sueño” europeo. Se equivocan: ni fin, ni sueño. La Unión Europea (UE) no es, como muchos aseguran, un proyecto meramente idealista o ideológico, sino todo lo contrario. La UE seguirá desafiando a sus críticos porque es un proyecto extremadamente práctico y profundamente realista.

Realpolitik. La integración europea es hacer de la necesidad virtud, pura realpolitik. Europa bebe de lo mejor de la civilización occidental: la filosofía crítica, la duda metódica, la capacidad de aprender de nuestros errores. Por eso, la UE se examina a sí misma de manera continuada.

Los Estados de la UE no se integran y cooperan porque sea divertido. No es divertido. Requiere mucho tiempo y esfuerzo. Se integran y cooperan porque lo necesitan para defender sus intereses, reforzar (¡no ceder!) su soberanía, relacionarse con el mundo globalizado y responder a las demandas de sus ciudadanos.

No es casualidad que la UE haya surgido y crecido a golpe de crisis. Entre la primera y la segunda Guerras Mundiales murieron más de 50 millones de personas en suelo europeo y, desde entonces, cuando los europeos hemos padecido una crisis, y han sido muchas, nos hemos dado cuenta de que no existían soluciones estrictamente nacionales. La UE no se dedica a la gestión de crisis. La UE es, en sí misma, gestión de crisis.

Incertidumbre. Son tiempos difíciles para el europeísmo, pero no nos engañemos, no solo para el europeísmo. Vivimos en un momento de crisis en el que, como decía Gramsci, “lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer”. La Gran Recesión, el Gran Éxodo, la gran amenaza del terrorismo. La guerra. La desigualdad. Es verdad, son crisis formidablemente difíciles, pero ninguna tiene una solución nacional.

La UE debe mejorar y concentrarse en ofrecer respuestas útiles a sus ciudadanos, pero 368 años después de Westfalia, la UE no es parte del problema. Es parte de lo nuevo. Es parte de la solución. A golpe de crisis.

Yo creo –y agradezco– que Costa Rica entiende perfectamente que la UE es parte de la solución. Y reconozco con admiración la apuesta histórica de Costa Rica por la democracia, la paz y los derechos humanos.

Compruebo en mi trabajo cotidiano que somos aliados en la defensa de valores compartidos y cooperamos en Bruselas y San José, pero también en Nueva York o Ginebra.

El Acuerdo de Asociación de la UE con América Central, el acuerdo de París sobre cambio climático o la celebración de las primeras consultas bilaterales entre la UE y Costa Rica hace apenas un mes en Bruselas son ejemplos poderosos de ese vínculo que nos une.

Región de paz. La UE somos 28 Estados miembros, un proyecto de paz y prosperidad de más de 500 millones de personas que sigue atrayendo a Estados, personas y empresas. La UE es la región más interdependiente del planeta; la economía más poderosa, diversificada y socialmente cohesionada del mundo; el donante más solidario, vanguardia de los derechos humanos y la lucha contra el cambio climático; potencia en diversidad y creación cultural; pilar del multilateralismo y socio indispensable de la seguridad y diplomacia mundiales.

Bajo la lente de la inmediatez, Europa puede parecer ruidosa y ensimismada, pero con el telescopio de la historia, Europa y su modelo de solidaridad, democracia y reconciliación es un proyecto asombroso.

Si la UE no existiera, tendríamos que inventarla de nuevo como modelo de convergencia de los intereses de sus Gobiernos, empresas y ciudadanos.

El autor es embajador de la Unión Europea en Costa Rica.