Internet sigue llegando con cuentagotas a las aulas

Igual que hace una década, las escuelas tienen alguna conectividad, pero insuficiente

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Hace más de 10 años, en marzo del 2013, escribimos en estas páginas sobre la inaplazable tarea de llevar la fibra óptica a las escuelas y los colegios, ampliar el ancho de banda suficientemente para potenciar el trabajo escolar, diseñar una red educativa que conectara todos los centros educativos entre sí, agregara eficiencia y seguridad al sistema y estimulara el trabajo colaborativo, y capacitar a los docentes en el aprovechamiento de la tecnología que se estaba instalando en los centros educativos.

Hoy podríamos escribir lo mismo, pues los avances son insignificantes, y la información en este campo —y muchos otros— sigue siendo opaca y desactualizada.

Igual que hace una década, las escuelas tienen alguna conectividad, según los reportes del Ministerio de Educación Pública (MEP); sin embargo, continúa siendo claramente insuficiente para el proceso educativo.

Cada centro de enseñanza se conecta de forma individual y no como parte de una única red que integre al sistema educativo. Más de 6.000 conexiones individuales para menos de 5.000 centros conforman la maraña que continúa construyéndose.

Las obligaciones de los proveedores que el MEP ha contratado para dar este servicio en las escuelas tienden a ser ambiguas, lo que dificulta la exigencia.

Considerando que las velocidades iniciales eran muy bajas, de 2 y 5 Mb/s, los aumentos que deberían estar brindándose tendrían que ser muy significativos, con un énfasis especial en las zonas más rurales y “desconectadas”. No obstante, el MEP propone 15 Mb/s para una escuela rural.

El avance de la tecnología, como se ha dicho muchas veces, es exponencial, y perder el tiempo en la educación resulta particularmente caro.

Por los resultados que tenemos, o más bien, su ausencia, parece que para las autoridades sí ha sido aplazable llevar la conectividad a las escuelas; lamentablemente, los estudiantes del 2013 ya no están, cerca de un millón de niños y adolescentes pasaron cada año por las aulas sin recibir el beneficio de una educación apoyada en la internet; además, no se evitó que, a través de la educación como agente nivelador, la brecha digital en la sociedad se siguiera ampliando.

Por otro lado, los docentes continúan graduándose de las universidades con un pobre manejo en estas áreas, y los que ya están contratados por el MEP cuentan con poquísimas oportunidades de actualización y formación. Varios estudios realizados constatan estas deficiencias.

Finalmente, la dotación de equipo a los estudiantes y docentes, en lo que mejor estábamos, ahora se encuentra en un impasse.

No se sabe qué pasó con el aprovechamiento y mantenimiento del equipo que dejó en las aulas la Fundación Omar Dengo (más de 152.000 computadoras con todos los elementos necesarios, tales como proyectores, impresoras, audífonos para los estudiantes, enrutadores para la wifi interna, etc., que juntos alcanzan más de 273.000 dispositivos) mediante el programa que tenía a cargo en alianza con el MEP, interrumpido abruptamente en mayo del 2023.

Tampoco sabemos si las computadoras nuevas que la Fundación había comprado y estaba en proceso de instalar durante ese ciclo escolar serán llevadas algún día por el MEP a las escuelas.

Según declaraciones recientes, ante la Comisión Permanente de Educación de la Asamblea Legislativa, de la funcionaria responsable de los recursos tecnológicos en el MEP, el Ministerio va a desarrollar un nuevo programa de tecnologías y se estará poniendo en funcionamiento gradualmente en un plazo de cuatro años, que terminan en el 2027 si todo sale bien, sumado a un año 2023 completamente perdido.

¿Qué alcances tiene la nueva iniciativa del MEP en conectividad y tecnologías, y en los retos que su uso abre, por ejemplo, ciberseguridad, inclusión de la inteligencia artificial y capacitación y acompañamiento docente, por citar algunos? ¿Hay un plan documentado que incluya los elementos de conectividad, equipamiento y mantenimiento, y capacitación docente necesarios para desarrollar el nuevo currículo que propone el MEP? ¿Cuentan con indicadores definidos para monitorear y evaluar los avances de estos componentes? ¿O seguiremos con improvisaciones y sin prisa?

Confiemos en que no estaremos diciendo lo mismo en el 2033, y el sentido de responsabilidad y urgencia logre imponerse.

Autores: Gabriel Macaya se desempeña en la Universidad de Costa Rica y la Academia Nacional de Ciencias, y Alberto J. Cañas, en el Instituto de Cognición Humana y de la Máquina; y Leda Muñoz es catedrática de la Universidad de Costa Rica.