Inteligencia artificial, ¿ama o esclava?

La humanidad abrió una nueva puerta tecnológica con avances asombrosos en IA generativa, y nadie sabe con certeza lo que nos espera del otro lado

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Vivimos tiempos ajetreados, incluso podría decirse que “salvajes”, en que la historia cobra un ritmo rápido y furioso. ¿Por qué esto está pasando ahora? Porque la humanidad está viviendo tres grandes crisis transformacionales al mismo tiempo.

Cada una de las transformaciones geopolítica, climática y digital habría sido un reto suficiente por sí misma, pero nos están ocurriendo todas a la vez. Una megacrisis global sin precedentes amenaza con abrumar las capacidades de nuestros sistemas políticos y culturales de adaptación o control.

Cada año que pasa con máximos históricos de temperaturas, incendios forestales, sequías y fenómenos extremos subraya la escala de la crisis climática. Aunque sus implicaciones a largo plazo son extraordinariamente complejas, los rasgos básicos del problema se entienden bien. Las soluciones se saben, pero las maniobras políticas para ponerlas en práctica son desquiciantemente difíciles.

En contraste, las consecuencias de la transformación digital son más inciertas. Justo el año pasado, la humanidad abrió una nueva puerta tecnológica con avances asombrosos en la inteligencia artificial (IA) generativa, y nadie sabe con certeza lo que nos espera del otro lado.

Humanos y máquinas

Una gran diferencia entre estos dos acontecimientos es que los efectos de la IA se podrían detener, y hasta revertir… al menos en principio. Sin embargo, cabe dudar de que realmente sea así. Tanto la experiencia histórica como la lógica subyacente del desarrollo tecnológico y la investigación sugieren que la revolución de la IA no hará más que seguir ganando impulso.

Hacia finales del 2022, la empresa emergente californiana OpenAI (financiada con grandes inversiones de la gigante tecnológica Microsoft) lanzó ChatGPT, un modelo de IA con interacción lingüística que dio inicio a una nueva fiebre del oro tecnológica.

Si bien la idea de la IA no es nueva, muchos han reconocido el momento actual como el comienzo de una nueva era. Se dice que la digitalización alcanzó un nivel cualitativamente único y que a partir de ahora cambiará nuestra manera de vivir, desde cómo producimos y consumimos hasta cómo aprendemos e interactuamos entre nosotros.

Mirando al futuro, deberíamos considerar la posibilidad de que la relación entre humanos y máquinas se subvierta por completo. Con su velocidad y poder de cálculo superiores, su acceso a una creciente sobreabundancia de datos y sus capacidades perceptivas en rápida mejora (gracias a sensores cada vez más amplios y sofisticados), las nuevas máquinas primero se volverán indispensables para la humanidad, y entonces se tornarán muy superiores a ella.

De lo que estamos hablando, entonces, es de un potencial cambio entre sujeto y objeto, entre los humanos y sus herramientas. Puesto que está claro que las máquinas con habilidades de autoaprendizaje y conocimientos superiores tendrán la capacidad de relegar a la humanidad a un segundo lugar, la verdadera pregunta es si efectivamente lo harán.

Volver a Hegel

Para apreciar esta dinámica, debemos volver al famoso análisis de la dialéctica del amo y el esclavo, del filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, quien lo articuló en su Fenomenología del espíritu, libro seminal publicado en 1807, en pleno auge de la primera Revolución Industrial.

Hegel explica que el amo arquetípico da órdenes y disfruta de los frutos del trabajo de otros, mientras que el esclavo soporta las durezas del trabajo y está subyugado a la voluntad del amo. Sin embargo, con el tiempo, el esclavo va adquiriendo las habilidades para dar forma al mundo, y un día se liberará del yugo que lo oprime.

¿Cómo se expresará este juego dialéctico en la relación entre seres humanos y máquinas? Esta pregunta es totalmente inusitada en la historia humana, y su respuesta bien puede determinar si esa historia persistirá como tal en el futuro.

Pero, para complicar más las cosas, también están las otras dos transformaciones, porque pueden significar que no tengamos más alternativa que abrazar completamente la IA.

Después de todo, ¿cómo puede el ser humano sobrevivir en un planeta sustancialmente más caliente sin establecer una civilización tecnológica basada en la IA? Y, ¿qué podemos hacer si nuestros rivales geopolíticos tratan de prevalecer a través de la IA, más que intentar hacer lo mismo?

Más aún, ¿qué va a ser de la composición política fundamental de las sociedades humanas bajo estas condiciones radicalmente distintas y nuevas? ¿En qué se convertirán los Estados y los gobiernos y el aparentemente interminable conflicto soterrado entre ellos, especialmente si la IA se convierte en el medio preferido de librar las guerras modernas, o incluso de encabezarlas?

Ahora que estamos cruzando el umbral de la IA (al parecer, con pocas opciones en el asunto), debemos tomarnos en serio la posibilidad de que pasemos de una civilización antropocéntrica a una dominada por máquinas que culmine en la total eliminación del elemento humano. Incluso si no fuera el caso, podríamos quedar completamente marginados.

Quizás parezca extraño, pero eminentemente ese es el desenlace más probable de la dialéctica de la ilustración.

Joschka Fischer, ministro de Relaciones Exteriores y vicecanciller de Alemania entre 1998 y 2005, fue líder del Partido Verde alemán durante casi 20 años.

© Project Syndicate 1995–2023