Inigualdad entre el espacio subterráneo y el inframundo

Existen decenas de beneficios intangibles que se obtienen al usar el espacio subterráneo

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

El inframundo, situado mitológicamente en algún lugar bajo la superficie, ha sido visto por muchas culturas como el sitio de los muertos, los espíritus y los miserables. Por eso se le teme y se le evita. Mentalmente, muchos lo confunden con el espacio subterráneo, el cual está hecho de sedimentos y rocas, y que ofrece múltiples oportunidades de ser usado, en lugar de temido. Traigo esto a colación porque en Costa Rica se evita el uso del espacio subterráneo de manera aberrante.

Hablamos a diario del enorme drama del tráfico, de las carreteras caducas, del servicio de transporte público ineficaz e insuficiente, de un tren decimonónico y otros varios problemas que mucho tienen que ver con un espacio urbano superficial abarrotado, y que en gran parte son herencia de la sumatoria de decisiones cortoplacistas de los políticos y sus políticas.

Decimos pretender ser carbono-neutrales, desarrollados y dignos de la envidia mundial, pero poco hacemos por generar políticas reales en ese sentido. Faltan decisiones de gran visión, que incluyan una tetradimensionalidad creciente. Esto es, mirar las tres dimensiones, incluidos los espacios aéreo, subaéreo (la superficie) y subterráneo, y además verlo en una escala temporal que se salga de los cuatro años electoreros.

Otro uso. Ciertamente, podemos construir pasos elevados en muchas carreteras y entronques y verticalizar las viviendas y edificios públicos, pero también debemos buscar ciudades más verdes y atractivas, y reducir el calentamiento urbano causado por tanto concreto y asfalto.

Una solución viable es el uso del espacio subterráneo para redirigir parte del tránsito vehicular y ferroviario, y algunas situaciones estáticas, como los almacenamientos y estaciona-mientos.

Dicho de otra manera, transitar más por debajo de la superficie, en el mundo subterráneo, para que vivamos cada vez más lejos de la miserabilidad del inframundo en que estamos convirtiendo la vida cotidiana.

Es cierto que el desarrollo del espacio subterráneo es caro, pero solo si lo vemos desde la perspectiva netamente financiera de obtener beneficios prontos a una inversión, y no si lo vemos a largo plazo económico (la economía es una ciencia social que persigue el bienestar humano con el buen uso de los recursos que tenemos). Existen decenas de beneficios intangibles que se obtienen al usar el espacio subterráneo, como reverdecer la superficie que deja de usarse, el beneficio sicológico y sociológico de los habitantes y una reversión de sus estados de depresión y estrés. Podría cuantificarse, incluso, en moneda contante y sonante, y a largo plazo vendrían a resultar financieramente atractivos.

Bajo tierra. Pero este aspecto no es el más relevante, sino el mejoramiento social a partir de un reordenamiento vial e inmueble a partir del creciente y eficiente uso del espacio subterráneo: sótanos, túneles, metros y pasos a desnivel bajo tierra, por mencionar solo los más evidentes.

Tanta discusión inerte del cómo agilizar nuestro desarrollo y mejorar nuestro entorno debe agilizarse con una legislación vigorosa del espacio subterráneo que además se articule con las que ya se proponen sobre el espacio superficial. Es tarea de visionarios y de estadistas, y no de simples temerosos del inframundo.

El autor es geólogo y vulcanólogo.