Infraestructura, locomotora de la competitividad y el desarrollo

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Una buena administración de la infraestructura es la base para el desarrollo económico, pues genera crecimiento, aumenta la competitividad y la productividad, y permite mejorar la calidad de vida de las personas.

Diversos estudios e investigaciones recientes de organismos como el BID dejan claro una correlación positiva entre inversión en infraestructura y crecimiento económico.

En Latinoamérica, los datos demuestran que cuando se invierte en infraestructura crecen las economías, de modo que aumenta la productividad, disminuyen los costos de distribución, se apoya la diversificación productiva y se crean nuevos empleos. Cuando las economías logran mayores niveles de desarrollo y crece la inversión en infraestructura podemos decir que estamos logrando la ecuación básica para el progreso.

¿Cómo aplicar esto de manera concreta en Costa Rica? Un ejemplo es construir un sistema ferroviario moderno, con el cual logremos reducir de forma importante los tiempos de viaje de quienes se movilizan a través del transporte público, pero también se beneficiarían nuevos usuarios dispuestos a cambiar el transporte privado por esta opción. Esto mismo ocurre cuando a través de un pequeño puente logramos unir dos calles que anteriormente no estaban conectadas; esta nueva conexión disminuye los tiempos de viaje y el gasto de combustible.

En los países más avanzados en infraestructura y en donde la inversión ha sido muy alta, el retorno sobre esta inversión es clarísimo. Lamentablemente, esta priorización en el tema de infraestructura está distante de lograse en América Latina y aún más en nuestro país.

Más exportaciones. Para las empresas, la infraestructura constituye un elemento básico para su competitividad. Si en Costa Rica contáramos con una disponibilidad adecuada de modos de transporte e instalaciones multimodales, se optimizarían los traslados de pasajeros y cargas, y se facilitaría la ubicación de los centros de producción y distribución.

Investigaciones realizadas por el BID muestran que las reducciones en el costo de transporte aumentan de manera significativa las exportaciones. Por ejemplo, en Chile y Perú, una reducción de 1% en los costos de transporte incrementaría las exportaciones de las regiones más alejadas de estos países entre 4% y 5%.

La infraestructura debe contribuir a la integración territorial como un eje básico del desarrollo que permita el aumento del comercio local y la inserción al comercio internacional, la minimización de costos logísticos y tiempo de transporte, y, por ende, que promueva la circulación eficiente de bienes y servicios así como de personas e información.

Calidad de vida. Además del papel que juega la infraestructura en la productividad de las empresas y en la competitividad de un país, es importante tomar en cuenta el rol crucial que tiene en el aumento en la calidad de vida de la población, especialmente de los sectores más vulnerables. En concreto, la infraestructura permite reducir la desigualdad a través de:

Incremento en el acceso a los servicios.

Lograr que las pymes (principal fuente de empleo) sean más productivas.

Integrar de manera efectiva las regiones de menor desarrollo económico.

Adoptar las tecnologías de la comunicación para promover la innovación y aumentar la productividad.

Creación de empleos directos en el desarrollo de la propia infraestructura, así como de empleos indirectos a través de los servicios que demanda la operación y mantenimiento de las construcciones.

Lo más interesante es que el desarrollo de infraestructura también tiene un impacto positivo en el medio ambiente. Hay una gran variedad de opciones que potencian el desarrollo y que no presentan ninguna contradicción entre crecimiento y sostenibilidad ambiental. Estos proyectos son lo que llamaríamos “ganar-ganar”.