Inconveniente estado de parálisis

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El desprestigio de la administración Chinchilla Miranda aumenta día con día, y cualquier proyecto que emprende suscita la desconfianza de los ciudadanos, la cual tiene sustento en la torpeza, impericia e ineptitud con la que se han manejado importantes proyectos.

La improvisación y la corrupción destapada en el proyecto de la trocha fronteriza, la pésima negociación de la concesión para el mejoramiento de la carretera San José- San Ramón, la mala conducción política del conflicto surgido alrededor de esta y los certeros cuestionamientos de carácter ambiental, económico y legal formulados al contrato para la ampliación y modernización de la refinería de petróleo han puesto en evidencia la mediocridad de algunos jerarcas, mandos medios y niveles profesionales del aparato estatal costarricense, pero, sobre todo, la mala gestión política de todos estos casos.

Estas desafortunadas actuaciones del Gobierno han sumido al país en un inconveniente estado de parálisis, que, a no dudarlo, tendrá nefastas consecuencias para nuestro desarrollo y bienestar.

Con la satanización del mecanismo de concesión de obra pública, como consecuencia de los errores de los encargados de tales procedimientos, nuestro retraso en infraestructura vial no solo continuará, sino que se agravará. La situación catastrófica en este campo tiene un impacto negativo en la economía nacional.

En el caso de la vía a San Ramón, obra necesaria y urgente, el desventajoso contrato firmado provocó la justa indignación de los vecinos afectados, quienes, con el apoyo masivo de los costarricenses, obligaron al Gobierno a desistir de la concesión, lo que probablemente atrase las obras por varios años, con todos los inconvenientes que conlleva para esa región y para el país.

Lamentablemente, el accionar negligente y equivocado de la señora presidenta y de su equipo de gobierno deteriora la credibilidad en su gestión e incrementa los niveles de ingobernabilidad. Es una realidad incontestable que sus proyectos y actuaciones se reciben hoy con desconfianza, haciendo casi imposible la realización de una obra, el avance o la ejecución de un proyecto.

Esta parálisis tiene un alto costo para un país urgido de grandes obras de infraestructura que favorezcan el desarrollo económico y el progreso de la nación.

Si antes las cosas caminaban lentas, al mejor estilo del “nadadito de perro”, al punto que países de la región nos han dejado rezagados en algunas áreas del desarrollo económico, social y político, hoy parece que no vamos para ningún lado y que, en vez de avanzar, irremediablemente retrocedemos.

Es necesario cambiar ese estado de parálisis y rescatar la Costa Rica que piensa en grande y que puede realizar grandes obras y heroicas gestas. Esa titánica tarea es imposible que sea realizada por la presente administración gubernamental, dada la incapacidad demostrada hasta el momento y la negativa opinión que de ella tienen la mayoría de los costarricenses.

Destrabar al país y enrumbarlo por la senda del progreso será, entonces, la tarea prioritaria del presidente que resulte electo el primer domingo del próximo febrero, y del equipo que escoja. Para devolver la confianza y la credibilidad de los ciudadanos en sus gobernantes, requerirá, además de sabiduría y humildad, el apego irrestricto a los valores éticos y morales que el pueblo exige, y una total transparencia en sus actuaciones y las de sus colaboradores.