Identidad de nuestros barrios

El barrio Escalante, por ejemplo, como muchos otros, está perdiendo sus contornos, sus señas de identidad

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Costa Rica posee un valor histórico, social y cultural que se refleja en las provincias, cantones y distritos. Cada localidad tiene su propia identidad, relacionada con la actitud de sus habitantes.

Existe un nexo entre la población y el espacio donde habita, ya que reúne la idiosincrasia del lugar. La gente debe contar con espacios públicos con los que pueda identificarse.

El geógrafo urbanista y político español Jordi Borja explica que la pérdida de identidad en los territorios tiene un impacto en el sentido de la vida y convierte la comunidad en una sin identidad en una sociedad sin principios ni raíces. Urbanismo e identidad no son hechos independientes y sin ningún tipo de vinculación.

Se dice que el patrimonio cultural es signo de identidad común y elemento de vertebración de las ciudades. Las municipalidades deben comprometerse con su acervo y reforzar el sentimiento de pertenencia de los espacios comunes.

Patrimonio, tradición e identidad son tres conceptos relacionados. El legado histórico-artístico reflejado en los edificios, viviendas, parques, monumentos, son condensadores de valores. Son bienes culturales concretos.

Expertos afirman que poseen un elevado significado simbólico. Resumen el carácter esencial de un contexto histórico. Mencionan que ayudan a profundizar en la historia de los pueblos y perfilan su propia identidad, personal y colectiva.

El barrio Escalante, por ejemplo, como muchos otros, está perdiendo sus contornos, sus señas de identidad. Quienes llegaron en procura de un rendimiento económico infravaloraron la comunidad y ocasionaron un notorio deterioro.

Alteraron un paisaje que alberga entrañables recuerdos. Se dan, asimismo, situaciones permitidas por las autoridades que van más allá de una morfología urbana. Concretamente, la contaminación sónica y las patentes otorgadas a restaurantes cuyo negocio es aparentemente vender licor hasta la madrugada.

Viene a mi memoria la frase del poeta satírico Juvenal “pan y circo”. Fiesta y alboroto. Narcótica distracción que nos aleja de la realidad. Necesitamos orden ante el incremento de la inseguridad.

Cuando no se cuidan las cosas, acaban con el conjunto, y las polispueden devenir en necrópolis, afectando la propia imagen del municipio.

Se estima que en el 2050 el 65 % de la población mundial vivirá en ciudades, en contraste con el tercio en 1950. Ojalá las municipalidades se comprometan a una regeneración urbana que sea integral y sostenible socialmente, donde se creen espacios verdes, se tome en consideración los componentes básicos que deben estar presentes en toda intervención urbana: lo social, lo medioambiental y lo económico.

Las instituciones deben conducir sus acciones hacia proyectos creativos que aporten una dimensión humana, tanto ética como estética. El énfasis debe estar puesto en la persona como protagonista del hecho urbano.

Despertemos a la realidad urbana moderna. Los jerarcas municipales y vecinos debemos tutelar la identidad y misión de nuestras comunidades y, por ende, del país.

Coincido con el periodista español Iñaki Gabilondo, quien afirma que “una sociedad sin puntos en común, es una sociedad sin sentido común”.

El urbanismo debe reflejar las inquietudes sociales del momento y también corregir sus errores. Rehabilitemos las zonas urbanas deterioradas. Recuperemos el sentimiento de pertenecer a ellas, sobre todo para los adultos mayores, niños y jóvenes.

hf@eecr.net

La autora es administradora de negocios.