Hospital Nacional de Niños: 50 años y para más…

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Al celebrarse los 50 años de inaugurado el Hospital Nacional de Niños (HNN), no puede uno como padre, funcionario y ciudadano, dejar de experimentar un sentimiento de orgullo, producto del desarrollo que ha tenido este centro, a pesar del proceso de deterioro general de los servicios en salud que se ha dado en la CCSS en los últimos 20 años.

Aun con las restricciones, la creatividad y el compromiso no han desaparecido del HNN. A la par del avance científico y tecnológico, se han desarrollado importantes programas de impacto social que, sin embargo, han disminuido en intensidad, debido a las limitaciones en recursos. Desde su fundación, el Hospital Nacional de Niños siempre ha tenido esta doble vocación.

Duras pruebas. Incluso con la situación planteada en la cirugía cardiaca, que ha sido ampliamente discutida en los diversos medios de comunicación, se demuestra la fortaleza interna de la institución. No solo esto ha obligado a una amplia revisión y renovación interna, sino que se ha convertido en una oportunidad para continuar mejorando.

El proceso inicia con un cuestionamiento de profesionales del HNN, seguido de una revisión interna intensa, continuando con una reestructuración organizativa, constituyéndose la Unidad Cardíaca y con resultados en los últimos tres años.

Ahí, depuradas las estadísticas con parámetros internacionales, se reduce la mortalidad, que pasó del 18.7% en el 2010, al 7.3% en el 2013.

Son los profesionales del HNN los que ponen en evidencia la problemática, y a otros del mismo centro les corresponde asumir responsablemente las correcciones necesarias.

Evidentemente, la muerte evitable de un niño o niña no se puede justificar, particularmente si median impericia intencionada o actos de irresponsabilidad laboral o en aspectos éticos. Quien comete estos actos debe ser sancionado, y si lo amerita debe ser condenado judicialmente.

En la conmemoración de este significativo aniversario, no puedo dejar de mencionar ejemplos de profesionales éticamente solventes, modelos para las nuevas generaciones.

Los pioneros. Indudablemente, quien encabeza la lista es el Dr. Carlos Sáenz Herrera, fundador de la pediatría en Costa Rica y que con su visión concibió y materializó el HNN. Igualmente, han sido muchos los profesionales de la salud los que aportaron a la noble labor del Hospital: el Dr. Cordero Carvajal, hizo de la lucha contra la desnutrición una escuela de aprendizaje; el Dr. Loría Cortés, transformó el abordaje y tratamiento de la parasitosis intestinal; el Dr. Pizarro Torres revolucionó la atención de las diarreas; el Dr. Arguedas Soto enseñó a incorporar la esfera psicosocial y al papel de la familia en la comprensión de muchas enfermedades y de la recuperación de las personas.

El Dr. Guillermo Robles, otro de nuestros ejemplos, sacó al Hospital de las cuatro paredes y desarrolló estrategias de impacto que llegaron a comunidades alejadas y que fueron sensibilización y escuela para muchos profesionales en salud. El Dr. Calvo Badía y sus conocimientos de la tuberculosis infantil; el Dr. Mario Saborío, padre de la genética médica en Costa Rica; la Dra. Idis Faingetzich creó toda una metodología para el abordaje de las enfermedades infecciosas y acercó a muchos estudiantes al gusto por aprender.

La Dra. Yadira Estrada demostró cómo el estudio profundo y la sistematización en la atención, mejoran la calidad de atención; y el Dr. William Vargas, que desde el desaparecido (y ojalá, en algún momento, reactivado) Departamento de Pediatría Social y Comunitaria del Hospital, inició el reconocimiento de la población adolescente como parte de la responsabilidad del quehacer pediátrico. La lista podría continuar.

Este doble papel del Hospital Nacional de Niños, como centro altamente especializado con proyección social, probablemente lo vislumbraba el doctor Edgar Mohs, exdirector del HNN, cuando hacía referencia a que la prematuridad, las malformaciones congénitas, los tumores malignos, accidentes y algunas enfermedades metabólicas son los problemas más importantes que afectan a nuestra población infantil y la llamada patología social, que se ha definido como el otro gran componente de esta encrucijada.

En virtud de lo anterior, una nueva jornada se está perfilando para la Pediatría; salir de ella con éxito requerirá de un gran esfuerzo, porque será necesaria una renovación casi total de estructuras físicas y mentales…”.

En esta nueva jornada, las reservas éticas y la formación idónea del personal del Hospital Nacional de Niños son compromiso para la renovación que se necesita.