Hizo bien el Banco Central

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Hizo bien el Banco Central al quitar los límites de crédito. De hecho, la situación prevaleciente a principios de año, cuando se formuló el programa monetario, cambió en el transcurso del primer semestre. Primero, el ritmo del crecimiento de la economía nacional disminuyó. Así, el PIB crecerá alrededor del 3% y no de 4% como estaba previsto. Segundo, la inflación acumulada a mediados de año se mantiene dentro de los límites establecidos por el Banco Central, lo cual no sucedía en los primeros meses del año. Además, la posición de las reservas monetarias internacionales del Banco Central es relativamente holgada. Por otra parte, las finanzas públicas no mejorarán en el futuro inmediato y el bajo crecimiento de la economía internacional se mantendrá en el segundo semestre del año.

Decisión correcta. Ante este panorama, el Banco Central decidió, correctamente, ayudar a reactivar la economía. Para ello disminuyó la tasa de interés de política monetaria (TIPM) con el fin de reducir el costo de captación de los bancos comerciales y la tasa de interés que ellos cobran a los clientes. De esta manera, aumentará la demanda de crédito. La eliminación de la restricción de crédito debe verse, por consiguiente, como parte de la política del Banco Central por aumentar el PIB. Y no sería de extrañar si, en el futuro cercano, adopta otras medidas con este mismo propósito.

Hizo bien el Banco Central también en insistir, una y otra vez, en el peligro significativo en que incurre el país si, ante la eliminación del límite al crédito, los bancos comerciales –privados y públicos– aumentan su endeudamiento externo excesivamente.

Debe reiterarse que el propósito del Banco Central no es restringir el crédito, sino, por el contrario, propiciar su aumento. Si no fuera así, no habría disminuido la TIPM, ni tampoco eliminado la restricción del crédito establecida a principios de año.

La preocupación válida del Banco Central es el peligro de si una proporción importante de la expansión del crédito se financia mediante el endeudamiento externo de la banca comercial. El Banco Central promueve el aumento del crédito siempre que se lleve a cabo en colones y no en dólares.

Autorregulación voluntaria. Al revisar recientemente el programa monetario, el Banco Central hubiera podido actuar preventivamente, poniendo, por ejemplo, un encaje a los ingresos de capital del extranjero de los bancos comerciales. El Banco Central decidió tomar otro camino: cifrar su esperanza en que los bancos comerciales se autorregularán voluntariamente, es decir, no se excederán en cuanto a su endeudamiento externo. En otras palabras, el Banco Central confía en que los bancos comerciales aplicarán, a pie juntillas, la regla de oro según la cual a mayor riesgo, mayor ha de ser su capital (Basilea 3) y sus reservas líquidas. Así, ahora la bola está en la cancha de los bancos comerciales.

Será necesario esperar algún tiempo –corto, sin duda– para constatar si el comportamiento de los bancos comerciales es el adecuado. Si no lo fuera, es decir, si decidieran “echarse la soga al cuello” (sacrificar su balance de situación, por mejorar su estado de resultados, en el corto plazo), entonces, el Banco Central y la Sugef no tendrían más alternativa que echar mano de los diversos instrumentos a su disposición. Y, como en este caso las medidas no serían de carácter preventivo sino curativo, ellas deberán ser más fuertes y de aplicación perentoria.

Dos piedras en el zapato. Hoy, el Banco Central tiene dos piedras en el zapato: las maltrechas finanzas públicas y el precario crecimiento de la economía internacional. Lo menos que puede desear el Banco Central es añadir otra piedra más, a saber, la inestabilidad del sistemas financiero. Ello le complicaría aún más el pasodoble al Banco Central.

Sin duda, es conveniente y necesario que el Banco Central escuche y dialogue con representantes de todos los grupos afectados.

Sin embargo, el propósito del Banco Central no es participar en certámenes de popularidad. Su función no es esa, sino mandar a cerrar el bar cuando la fiesta está en lo mejor. De esta manera, los intereses sectoriales y de grupo no prevalecerán sobre los intereses generales del país.