¿Hay ovejas más iguales que otras?

Mientras la dictadura cubana exista será un peligro para la democracia

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El pasado 12 de marzo sentí una grata satisfacción cuando desde el escenario del Scandinavian House, en Manhattan, alcancé a ver a Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), entre las primeras filas de asistentes al concierto de nuestra querida amiga, la gran cantante venezolana Soledad Bravo. Me alegró encontrar allí a un hijo destacado del Uruguay, entrañable país en el que durante más de 20 años he sido director musical del Festival Internacional de Jazz de Punta del Este, donde he hecho muchísimos amigos, entre ellos el actual ministro de Economía y exvicepresidente Danilo Astori, su hija Florencia (talentosa pintora) y el resto de su familia. Don Danilo y su esposa son, como se dice en mi empobrecida tierra, “punto fijo” en la primera fila de los cinco programas que se ofrecen cada enero en nuestro Festival de la finca El Sosiego.

Durante aquella noche de boleros, valses y joropos en el Scandinavian House, me llenó de admiración (y quizás un poco de envidia) ver como los venezolanos –valeroso pueblo al que me unen afectos y dolores comunes– colmaban a Almagro de elogios y agradecimientos por hacerse el abanderado de su justa causa. Causa idéntica a la que desde casi seis décadas antes nos afecta tan negativamente a varias generaciones de cubanos, y que es precisamente donde está la raíz de todos los males que hace solo 17 años aflige a los de la tierra de Bolívar.

Canasta básica. Más tarde leo en un diario floridano que Almagro –con toda razón– acusa al actual régimen venezolano de, entre otras cosas: destruir la democracia, demonizar la oposición, violar sistemáticamente los derechos políticos y humanos más básicos, hambre, secuestro y control absoluto del Estado de derecho a los caprichos de un solo partido, narcotráfico y violación de todos los artículos de la Carta Democrática Interamericana.

Espeluznante compilación de infamias que se parece mucho a una lista detallada de la canasta básica para cubanos de a pie, o al menú de antiguas “castrocidades” que tan familiares nos resultan.

Por su parte, la Organización de Estados Americanos –organismo que Almagro dirige– recomienda acertadamente aprobar la suspensión del desnaturalizado gobierno actual de Venezuela e imponer un corto plazo al inepto de Nicolás Maduro para convocar elecciones y así evitar ser expulsados de la organización.

Hace muy poco tiempo atrás el mismísimo señor Luis Almagro pudo sentir en carne propia la chabacana intolerancia y absoluta falta de tacto de la dictadura cubana al prohibirle la entrada a nuestro país para recibir –de manos de su hija Rosa María–, una merecida distinción que lleva el nombre de Osvaldo Payá, valioso compatriota que muriera en oscuras circunstancias abogando pacíficamente por el respeto a la voluntad popular y la restauración de los derechos ciudadanos perdidos a través de la tristísima historia del llamado “socialismo real” en Cuba.

Paradoja. En estos días en que el gobierno de Venezuela acaba de dar una intentona de golpe de Estado contra la Asamblea Nacional democráticamente electa, no es difícil imaginar que lo hicieron siguiendo el ejemplo o las instrucciones de su principal aliado, el régimen cubano.

Eso confirma mi percepción de que –sea o no miembro de la OEA– mientras la dictadura cubana exista será un peligro para la democracia y la estabilidad del continente y puede hacer retroceder todos los logros alcanzados en ese respecto en las últimas décadas. Y lo incomprensible para mí es que desde un tiempo a esta parte, varios miembros de la organización panamericana aún persisten en la absurda idea de reintegrar al nefasto, antidemocrático y anacrónico régimen de La Habana (o lo que queda de este) a la OEA, mientras ahora amenazan con poner de patitas en la calle a su cómplice más cercano, por lo que cabe preguntarse: ¿cómo se exonera de cargos a un convicto confeso y peligroso entretanto se condena a su compinche y aprendiz más fiel y aventajado? ¿Tiene esto algún sentido, mi querido don Luis, o será que en el pulcro y organizado rebaño latinoamericano solo cabe una oveja negra a la vez?

[©FIRMAS PRESS]

El autor es saxofonista cubano.