Hasta la eternidad

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Las personas que vivimos en la actualidad, en su mayor parte, nacimos en el siglo XX, al que distinguimos como el siglo pasado en lenguaje coloquial. Todo siglo que fue es siglo pasado, tiempo que no volverá, si es que el tiempo llega y desaparece, lo cual pongo muy en duda.

En verdad, el tiempo siempre es, nunca fue ni será; pero me agrada esa expresión popular de los ancianos cuando declaran que todo tiempo pasado fue mejor. Esto no es cierto como realidad general, pero es verdad particularizando al que lo manifiesta. El tiempo pasado para el anciano será siempre mejor para él, y lo es, porque su tiempo, su vida, solo a él le pertenecen. Acaparador de tiempo, se convierte en propietario de un instante cósmico y universal.

Cada persona, al envejecer, vive del recuerdo. Recordar es aprisionar el tiempo en el corazón. Su país, sus campos, su infancia, su juventud, sus triunfos, sus fracasos y, finalmente, su amor; todo lo que fue, continúa siendo, como reflejo de la pasajera emoción y de la memoria recurrente.

Si se tiene capacidad para ver el jardín, se puede apreciar la frágil belleza de una rosa. Varios días después, la rosa ya no está, pero el que tuvo esa cualidad de percibir la continuará viendo y viviendo, porque la flor, como el amor, seguirá siendo parte de su tiempo, convertido cada vez más en recuerdo de ese maravilloso instante que logró aprisionar –y si es verdad que el alma existe– para todos los tiempos del mundo.

Entonces, sí podemos decir, al final: el que amó puede continuar amando hasta la eternidad.