Haciéndolo bien pero sientiéndose mal

Algunos jóvenes tienen tendencia al desorden y al irrespeto de valores tradicionales

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Este fenómeno fue descrito en los Estados Unidos de América en los años 80 y se atribuyó a la irritación y al sentimiento de culpa que causó la guerra de Vietnam; el pueblo norteamericano fue dividido por esa guerra, pero a todos decepcionó la sensación trágica del esfuerzo descomunal que terminó en derrota; la contienda duró veinte años, acabó en 1975 y para la década siguiente, el país estaba en vía de recuperación: los indicadores económicos y sociales eran positivos, no obstante, la percepción de los ciudadanos fue negativa y se concluía paradójicamente que el país estaba peor; las percepciones, aun cuando sean ficticias o equivocadas, son reales en sus consecuencias y esta fue una lección aprendida en esos años.

En Costa Rica, en los últimos años, los indicadores económicos en general y muchos indicadores sociales han mejorado, como por ejemplo el crecimiento del PIB, la infraestructura vial, el número y calidad de la vivienda popular, la oferta laboral, la mortalidad infantil, el control de enfermedades como el paludismo, los índices de criminalidad, asalto y robo, las muertes por accidentes de tránsito, etc. Sin embargo, el 70% de la población tiene un mal concepto del gobierno; ¿a qué podría deberse este hecho que tiene parecido con el descrito anteriormente?

Es posible que las expectativas de los costarricenses excedan lo que en realidad puede lograr cualquier gobierno en cuatro años; por otro lado, es indudable que entre los muchos cambios sociales habidos en las últimas décadas se destacan la crítica feroz a toda figura con autoridad, una tendencia al desorden y una pérdida del respeto a principios y valores tradicionales; y no es que ahora tengamos un sistema que enseña a la juventud la importancia de criticar con fundamento los actos de gobierno, no, es todo lo contrario.

Quienes utilizan la violencia física y verbal, llevan a cabo actos de vandalismo, agreden a la policía y viven constantemente comunicados por medio de mensajes de texto o en las redes sociales, no son ni buenos estudiantes, ni buenos costarricenses. Exaltados por razones que ellos mismos no saben explicar, se oponen a todo sin argumentos válidos y aprovechan cualquier situación para expresar en forma primitiva sus propias frustraciones y, en ocasiones, conductas criminales; tales conductas no tienen nada de reflexivas y mucho menos de patriotismo.

Ciertamente, esos fenómenos se producen mayormente en jóvenes y por eso deben llamarnos seriamente la atención, porque si ellos representan el futuro de nuestro país nada bueno están pronosticando; es más, una intensa preocupación surge cuando advertimos signos de insurrección en el panorama nacional. Quiero creer que esta situación es autóctona, pero algunas personas piensan que está siendo estimulada y hasta conducida por la izquierda latinoamericana que utiliza a jóvenes desorientados, en la misma forma en que los narcotraficantes se aprovechan de las necesidades que tienen las llamadas “mulas”.

Es claro que la gran mayoría de nuestros jóvenes son responsables y sensatos, pero también es cierto que está aumentando la agresividad de los extremistas y que las actitudes negativas son las más contagiosas. Desde luego, son múltiples factores los que contribuyen a estos fenómenos, pero pienso que lo primero es lo primero, y esto es mantener estrecha vigilancia sobre quienes dirigen a los grupos tanto internamente como internacionalmente, toda vez que son muy pequeños aun cuando hacen mucho ruido.