¡Hablemos en español!

¿Por qué referirse a algo como un sticker cuando en español existe la palabra pegatina?

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Así como en economía la mala moneda desplaza a la buena, algo semejante se da en nuestro español costarricense. No es un fenómeno novedoso, acostumbrados como estamos los ticos a hablar de suampo, búmper, guachimán, canfín, así como al uso de muchísimos otros anglicismos.

En los ejemplos citados, es al menos de alabar el intento de adaptar su grafía a las normas ortográficas del español. Sin embargo, habría sido mejor buscar en alguna fuente autorizada –por ejemplo, un diccionario o un texto técnico– algún término o expresión adecuados dentro del español, lo que probablemente habría llevado a vocablos más castizos como, respectivamente, ciénaga, parachoques, guarda y queroseno.

La influencia de la lengua inglesa sobre el español y otras lenguas nacionales es un fenómeno universal, sobre todo en su variante del dialecto o variedad estadounidense.

Es algo consustancial a toda lengua de una cultura hegemónica, según la cita muy conocida del filólogo español Antonio de Nebrija (1444-1522): “Siempre la lengua fue compañera del imperio”.

Y tanto el hombre de la calle, como el comerciante, el industrial, el profesional, el técnico, en fin, cualquiera que se enfrente a un producto nuevo nombrado en inglés, deben ingeniárselas para encontrar la traducción apropiada.

Lo que, evidentemente, no siempre ocurre, entre otras razones importantes porque aunque se busque ayuda en personas capacitadas o instituciones relacionadas con el uso del español, estas no son accesibles o no están al día.

Autoridades. El español moderno siempre ha contado con la autoridad lingüística emanada de la Real Academia, fundada en 1713 y ampliada muy posteriormente con el concurso de academias nacionales en todo el orbe hispanoparlante.

Otra autoridad han sido siempre los intelectuales de este amplio orbe, muchos de ellos constituidos en modelos para el buen uso de la lengua. Lo mismo el sistema formal educativo, desde la escuela a la universidad.

Y en la actualidad, no menos importantes son los distintos medios de comunicación masiva: la radio, la televisión, la prensa escrita (periódicos y revistas), así como las mismas agencias de publicidad.

En relación con los medios de comunicación masiva, es sorprendente la cantidad de desaciertos que se cometen diariamente contra el buen empleo del español.

Uno, como simple lector u oyente, no puede menos de preguntarse si el canal, la emisora, el periódico, la revista o la agencia de publicidad carecen de los instrumentos idóneos de consulta (gramáticas, diccionarios, Internet) para utilizar correctamente la lengua.

¿Y qué de un manual de estilo? Es que no puede pasarse por alto el papel ineludiblemente educativo que es consustancial a todo medio de comunicación masiva.

¿Por qué referirse a algo como un sticker (y hasta mal pronunciado) cuando en español existe la palabra pegatina? ¿Por qué hablar o escribir team para referirse a un equipo de futbol cuando puede decirse simplemente equipo?

Un buen comunicador no debe promover el atropello a la lengua que es parte de la identidad de su propio pueblo. Mucho menos en beneficio de otra.

El autor es profesor universitario.