Hablando por Kivú

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Kivú vive enjaulado en el Zoológico Simón Bolívar desde hace 17 años. Hoy es un león geriátrico de pelo opaco, con artritis y dolores de rodillas, al que, si acaso, le quedan de dos a seis años de vida.

El dilema está en darle días más saludables y cómodos de aquí a que muera. Una opción es dejarlo allí y mejorarle las condiciones con una jaula más amplia. Otra, es trasladarlo de zoológico, entre ellos, a África Safari, Liberia, que está dispuesto a acogerlo en un ambiente de mayor libertad.

La decisión pasa por la Fundación Pro Zoológicos (Fundazoo), a la cual el Estado le amplió la concesión del “parque”, sin querer y más bien por error, hasta el 2024. Esta fundación debería comprender que el Bolívar sigue vivo por un legalismo y que cada día crece el número de costarricenses opuestos a ese modelo de zoológico que no ha variado en sus 100 años de existencia.

De hecho, en la página change.org, va en aumento un movimiento que pide firmas para exigir el cierre. Jessica Beita, de Heredia, es la promotora: “Soy una joven costarricense amante de los animales que ve con dolor el sufrimiento de los animales en cautiverio. Lugares como el Zoo Simón Bolívar con más de 100 años de existencia evidencian la crueldad humana. Privar a maravillosas especies de su libertad por una falsa cultura de entretenimiento es aborrecible”, dijo en ese sitio web.

Lo cierto es que el Estado intentó cerrar el Bolívar en el 2013 cuando el Ministerio de Ambiente manifestó que la tenencia de animales en cautiverio iba contra las políticas estatales sobre vida silvestre y, por tanto, prescindía de dar prórroga al contrato.

Los 400 animales –aves, primates, reptiles y felinos– iban a ser reubicados en los 28 centros de rescate. Pero Fundazoo reclamó legalmente y ganó.

Hoy, con una ley contra el maltrato animal casi por ser aprobada y con ciudadanos más conscientes, no se justifica un zoológico de jaulas, incluso como la del pobre Kivú, de 35 m², como dijo Carlos Mario Orrego, del Sinac.

Kivú está cerca de morir y esto debe sensibilizar a Fundazoo para que dé al símbolo del “parque” la oportunidad de pasar sus últimos días en un mejor espacio, allí o afuera. Si no, lo ideal es que los ticos, en protesta, nos rehusemos a poner un pie en el zoo.

El autor es jefe de redacción en La Nación.