Guido Sáenz: Gracias, ‘Tony’ Quesada

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Estábamos en 1976, exactamente a medio período presidencial de Daniel Oduber, quien concluiría su mandato en 1978. En Cultura, Carmen Naranjo era la ministra y yo su viceministro. Por razones hache, be o zeta, Carmen renunció y, entonces, el presidente me pidió que siguiera yo como ministro hasta el final de su período presidencial en 1978.

Abatido como estaba por la renuncia de Carmen, pensé seriamente en renunciar yo también e irme para mi casa. Pero entonces pudo más La Sabana. Carmen había aceptado un descodalado proyecto de los deportistas y eso me animó a seguir en el Ministerio. Ahora me sentía con más poder para hacer lo que yo creía que tenía que hacerse: el Parque Metropolitano de La Sabana. Diez años más tarde, pude hacer también, el Parque de La Paz.

El presidente me dijo: “Pensalo, consultalo con tu mujer y tus hijos”. En eso sonó el teléfono en el escritorio presidencial. Daniel me indicó esperarlo mientras atendía.

Yo comencé a pasearme por la alfombra de la oficina mientras él hablaba. Mil y una ideas pasaron como vendavales por mi aturdida cabeza. En eso me bajó como del cielo la imagen de La Sabana convertida en parque. Exactamente lo que yo había pensado siempre después de ver con mis propios ojos el parque Chapultepec, en la capital de México, y el Central Park, en la ciudad de Nueva York.

Las ideas se me agolparon y llegué a pensar seriamente que algo como eso era lo que había que hacer en La Sabana de San José.

Un parque público con lago, secciones de bosque, árboles y más árboles, senderos, paisajismo y canchas y más canchas. Tan sencillo como parece todo eso y tan complejo que fue realizarlo.

Solidez profesional. El nuevo ministro comenzó a oír sobre esto y aquello y de repente preguntó sobre quién le podría convertir el potrero de La Sabana en un parque. Uno de los presentes respondió con absoluta convicción: “Conozco al único arquitecto paisajista en el país. Se llama José Antonio Quesada. Le dicen Tony Quesada, arquitecto paisajista. Don Guido, creo que él podría ser la persona que usted necesita”.

Esa tarde tenía yo frente a mi escritorio en el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, a José Antonio Quesada.

Con él se pudo hacer La Sabana y, diez años después, con su disposición y talento, se logró realizar, también, el Parque de la Paz. Tony Quesada, un ciudadano íntegro, hombre honesto, padre e hijo modelo, profesional absoluto.

Estuve recientemente en su funeral. Los vendavales de la vida y de la muerte se lo llevaron consigo. Un auténtico profesional. Gran costarricense y gran señor.

Tony asumía sus proyectos con la clarísima convicción de que eso era lo que había que hacer. Así se tratara de voltear montañas. Esa certeza suya lo impulsaba a dar siempre en el blanco con absoluta nitidez.

La primera experiencia de trabajo con el paisajista profesional fue para mí como pocas he tenido en mi vida. ¡Qué solidez profesional! ¡Qué solvencia la suya como persona y como ejecutivo! Su concepción de las dimensiones y los pormenores de ambos grandísimos proyectos de servicio público, tanto La Sabana como el Parque de La Paz, me los extendió en su momento, en planos sobre una gran mesa, para comenzar inmediatamente con la claridad de un relámpago, a darme explicaciones pormenorizadas de cada área y los correspondientes servicios que ofrecería cada proyecto.

Hoy están ahí. Ya son adultos. Su elocuencia, utilidad y belleza ennoblece a los que van a pasar sus buenos ratos. Esos parques son de los ciudadanos, son de todos. Gracias Tony. Gracias siempre.

(*) Guido Sáenz es actor, profesor de teatro, crítico musical y pianista. Fue ministro de Cultura, Juventud y Deportes en dos ocasiones.