Golpeadlos sin compasión ni marcas

¿Cuándo entenderemos que la agresión a otro ser humano no es más que un vulgar delito?

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El 18 de octubre anterior, el Tribunal Federal de Emiratos Árabes –máxima autoridad judicial de esa federación islámica– condenó a un hombre por haber dado sendas palizas a su mujer y a su hija adulta. Hasta ahí, la noticia podría hacernos creer que en esas tierras ya están muy cerca de la civilización. Sin embargo, no hay tal: la condena no es por haberlas golpeado, sino por haberles dejado marcas visibles y, en el caso de la hija, porque, además, ya es adulta.

Leída la sentencia a contrario sensu, resulta que el Tribunal estima que la ley islámica autoriza al varón a golpear a su mujer y a sus hijos e hijas menores siempre y cuando no les deje marcas visibles. De tal manera que esa sentencia, en lugar de marcar un hito civilizatorio, lo que hace es confirmar el “derecho” del varón de golpear a su mujer y sus hijos e hijas menores de edad, sustentando tal aberración en la ley sagrada.

Cuando uno lee semejantes informaciones no le queda otra que preguntarse: ¿cuándo llegaremos los seres humanos a un nivel de civilización que nos permita entender que la agresión a otro ser humano no es más que un vulgar delito?

Digo esto por cuanto, según la ley islámica, tales conductas son justificadas en una pretendida interpretación correcta del islam –lo que salva a los agresores de enfrentar las consecuencias de su delito– y, en nuestras tierras, todavía hay muchos –uno solo ya sería demasiado– que, sin ley sagrada de por medio, siguen considerando que golpear a su mujeres, hijos e hijas es un “derecho del macho”, amparados en el silencio al que son sometidas las víctimas.

Todavía a la altura del 18 de octubre de 2010 nos falta mucho, demasiado, para llamarnos, con pleno derecho, especie superior por nuestra inteligencia y humanidad.