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BOSTON – Casi todos tenemos una huella digital, es decir, el rastro de los llamados “datos pasivos” que se produce cuando participamos en alguna interacción online , como contenido vinculado a una marca en los medios sociales, o cuando realizamos alguna transacción digital, como cuando compramos algo con una tarjeta de crédito. Hace unos segundos, usted podría haber generado datos pasivos al hacer clic en un enlace para leer un artículo.

Los datos pasivos, como sugiere su nombre, no se generan conscientemente, sino que son elementos derivados de nuestra existencia cotidiana. En consecuencia, esta información –y su valor monetario intrínseco– suele pasar inadvertida a los ojos de los usuarios de Internet.

Sin embargo, el potencial de los datos pasivos no se les escapa a las empresas. Ellas reconocen que este tipo de información, como una materia prima, se puede buscar, procesar y utilizar de muchas maneras diferentes. Por ejemplo, analizando el historial de búsquedas de los usuarios, las empresas pueden predecir a qué tipos de publicidad pueden responder o qué tipos de productos probablemente compren. Hasta las organizaciones de cuidado de la salud están entrando en acción y utilizan los patrones de compra de una comunidad para predecir, digamos, un brote de gripe.

De hecho, toda una industria de empresas –que operan, más bien, eufemísticamente como “plataformas de gestión de datos”– hoy captura los datos pasivos de usuarios individuales y gana cientos de miles de millones de dólares a partir de eso. Según el Data-Driven Marketing Institute, la industria de búsqueda y procesamiento de datos generó ingresos por $156.000 millones en el 2012, aproximadamente $60 por cada uno de los 2.500 millones de usuarios de Internet.

Por más impresionante que suene esta cifra, es apenas el primer paso para la economía de datos. En el 2020, la población global de Internet llegará a 5.000 millones, se crearán 10.000 millones de nuevas conexiones máquina a máquina y el tráficode datos a través de plataformas móviles aumentará 11 veces.

Dado el enorme crecimiento de la cantidad de datos que se generan, junto con una cantidad cada vez mayor de aplicaciones en las diferentes industrias, es razonable esperar que los datos individuales pronto valgan más de $100 por usuario de Internet. En el lapso de diez años, es de esperarse que la industria de captura de datos genere más de $500.000 millones por año.

Con base en estas proyecciones, podríamos preguntarnos qué tipo de compensación pueden esperar los creadores de estos datos multimillonarios. Como están dadas las cosas, la respuesta es ninguna en absoluto. Los usuarios individuales están en el fondo de una economía quebrada. El valor que generan sus datos está siendo recogido por terceros y vendido a cualquier organización con efectivo dispuesta a comprarlos.

Esto no tiene por qué ser así. El primer paso a la hora de exigir parte del valor de nuestros propios datos es ver esta información como un activo, más que como un producto derivado. En ese punto, los usuarios de Internet pueden encontrar maneras para tomar el control de su propia creación.

Los usuarios de Facebook ya pueden exportar todos sus datos personales como un archivo compactado haciendo clic en un enlace sobre sus perfiles. Presuntamente, podrían vender esa información directamente a las organizaciones que la quisieran, en lugar de permitirle a Facebook que lo haga.

Por supuesto, el mercado de datos todavía no existe en esta escala. Pero, como demuestra la función de exportación de datos de Facebook, un nuevo modelo que transforma los datos en un activo, y a los consumidores en productores, no es una perspectiva distante. Ese modelo podría permitirle a miles de millones de usuarios de Internet convertirse en beneficiarios de un intercambio transaccional que agregue valor en toda dirección.

Más allá de permitirles a los usuarios individuales de Internet monetizar sus datos, este modelo beneficiaría a los compradores de datos al conectarlos más estrechamente con los consumidores, en particular, reduciendo la desconfianza que puede surgir cuando los usuarios no son partícipes de la distribución y uso de sus datos. De hecho, las empresas que reconocen que los datos personales son una propiedad personal estarán en una mejor posición para forjar una relación con los consumidores individuales, ganando así un conocimiento más profundo de sus necesidades y deseos específicos.

Si los datos pasivos valen cientos de miles de millones de dólares cuando son vendidos por terceros, los datos que los individuos elijan compartir –un conocimiento confiable y honesto de sus motivaciones como consumidores– deberían valer mucho más. Al reconocer a los individuos detrás de los datos, las empresas pueden acceder a ese valor y verse beneficiados, dentro de una economía de datos plenamente inclusiva.

Los datos personales son exactamente eso: personales. La gente debería elegir si compartirlos o no, y debería poder compartirlos según sus propios términos y condiciones.

Nathan Eagle es CEO de Jana y pionero de Tecnología del Foro Económico Mundial. © Project Syndicate.