Francofonía y diversidad cultural

No hay tal “choque de civilizaciones”; la alternativa es el diálogo entre culturas

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Es preciso recordar algunas definiciones de francofonía, diversidad y cultura. Freud dice: “Aceptamos como culturales todas las actividades y los bienes útiles para el hombre (...) Evidentemente, la belleza, el orden y la limpieza ocupan una posición particular entre las experiencias culturales”. Luego indica su origen mítico: el impulso de Eros-Amor y de la necesidad son la fuente de la cultura, cuyo fin es facilitar la coexistencia entre los seres humanos que se necesitan unos a los otros.

Otros pensadores coinciden en tres categorías de cultura: Primero, el ideal de valores universales, en los cuales la cultura es la búsqueda de la perfección humana. Segundo, cultura es todo lo que hace el ser humano, abarca el conjunto de las producciones intelectuales y científicas, de las creaciones artísticas, registradas para enriquecer la experiencia humana y crear condiciones que posibilitan la felicidad. Tercero, la definición sociológica, que consiste en la descripción de los modos de vida, el arte de vivir en común, gracias a convenciones que regulan la conducta humana; un conjunto de valores, símbolos y significaciones. Las lenguas desempeñan un papel importante en estas acepciones de cultura.

La Declaración de la Unesco sobre la Diversidad Cultural recomienda: “Salvaguardar el patrimonio linguístico de la humanidad y apoyar la expresión, la creación, y difusión en el mayor número posible de lenguas”. Con la francofonía estamos de pleno en la diversidad cultural. A diferencia de otras organizaciones supranacionales, tiene como columna vertebral una lengua. El término Francophonie fue inventado por el geógrafo francés Onésisme Reclus en 1880, para designar a todas las personas de habla francesa. La Organización Internacional de la Francofonía fue creada en 1970, inicialmente bajo otra apelación, por hombres de Estado visionarios, el sudanés Léopold Sédar Senghor, el nigeriano Hamani Diori, el tunecino Habib Bourguiba y el camboyano Norodom Sihanouk. Desde su origen, la francofonía es obra de personas de colores y culturas diferentes.

En sus estatutos destacan objetivos elevados: la solidaridad entre los países ricos y los en vías de desarrollo, el respeto a la diversidad linguística, el impulso a la cultura de paz mediante el diálogo entre civilizaciones. El espacio francófono es un conjunto de pueblos unidos en la lengua de Molière, pero también de Kateb Yacine, dramaturgo y poeta argelino, quien recomienda a las antiguas colonias cuidar el francés: “Es nuestro botín de guerra”. En efecto, es un elemento simplificador de la comunicación entre millones de personas, es el bien de todos los que lo aman: una lengua, común denominador de una identidad cultural plural.

Miedo chauvinista. Ahora bien, hay quienes temen a la diversidad, esgrimiendo todo tipo de ideologías radica- les y chauvinistas. En opinión de otros, el fin de la historia ha llegado y el choque de civilizaciones es inevitable.

En verdad, para Hegel, el fin de la historia no implica necesariamente choques brutales, sino un fin e inicio de una era, una dialéctica compleja del proceso histórico de la humanidad.

¿Y de qué sirve la historia, sino para construir un futuro mejor?

¿Cuál es la alternativa? Ante la discriminación y los fanatismos de toda índole, debemos alzar la voz: pensamos que otras visiones de mundo son posibles. Los muros ideológicos y de concreto que se construyen para dividir a los pueblos, algún día serán destruidos como el muro de Berlín.

Existen senderos de la paz: el diálogo fructífero, la cultura de los derechos humanos, el respeto a la diferencia, la apertura hacia el otro, en vez de tenernos miedo unos a los otros. Urge un nuevo contrato social. En síntesis, cada uno de nosotros, si quiere que su cultura sea respetada, debe comenzar por respetar la cultura de los demás. Y, como decía Sócrates, aquel que quiere cambiar el mundo ha de empezar por cambiarse a sí mismo.

El espacio francófono, a pesar de las dificultades, es una muestra viva que evidencia el hecho de que sí podemos entendernos y vivir juntos con nuestras diferencias.

La diversidad cultural significa promover todas las manifestaciones culturales que buscan el bienestar de la humanidad. La alternativa es el diálogo entre las culturas.