Francia: nuevas fronteras políticas

Pareciera que madame Le Pen repetirá el episodio histórico de su padre, Jean Marie Le Pen

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El resultado de las elecciones de la primera vuelta significa un cambio profundo en la vida política francesa. Emmanuel Macron (En Marcha) y Marine Le Pen (Frente Nacional) rompen con los alineamientos tradicionales en el sistema político galo.

La división en torno al eje izquierda-derecha se desintegra con el derrumbe del Partido Socialista, el fortalecimiento de la extrema derecha del Frente Nacional y la victoria de Macron, que representa un centro social liberal.

La llegada espectacular, en primer lugar, de Macron, recién aparecido en la escena electoral y desconocido hasta hace pocos años, configura un nuevo sistema de partidos. El movimiento En Marcha se constituye en alternativa a los dos grandes partidos que han gobernado Francia durante las últimas décadas. Una candidatura antisistema de partidos logra la victoria, apostando a un rostro joven y poco comprometido con la clase política tradicional. El sistema de partidos entra en una fase de recomposición.

Macron deberá enfrentar el 7 de mayo a Le Pen, quien logró avances también espectaculares, pues es la primera vez que la extrema derecha obtiene más del 20% de los votos en una primera vuelta de la elección presidencial; sin embargo, el segundo lugar es un poco amargo porque hace unos meses gozaba de una ventaja mayor y necesitaba el primer lugar en las encuestas.

La derrota del Partido Socialista, que solo obtuvo un 6% de los votos y queda en ruinas, es otro de los principales rasgos de esta primera vuelta, perdiendo su posicionamiento histórico a manos de la izquierda radical de Jean Luc Mélenchon, emparentada con el movimiento español Podemos. El movimiento de la Francia que no se somete (France Insoumise) hace avances también importantes y se transforma en el líder de las fuerzas de izquierda.

La eliminación del candidato François Fillon, del Partido Republicano, centro derecha, también marca el rediseño de las fronteras políticas francesas. Conservador católico en lo social (opuesto al matrimonio entre personas del mismo sexo), liberal en la economía y con coqueteos rusos, sus posturas han sido superadas por un social liberalismo que se resiste a rechazar Europa, mantiene cierta cercanía con los Estados Unidos y apuesta por sacar partido de la globalización.

Doble fractura. Los resultados electorales dibujan una doble fractura. Por una parte, la división rural y urbana; y, por otra, la brecha geográfica. Macron gana en las ciudades y Le Pen en el mundo periurbano y rural.

En París, Macron logra el 34,83% de los votos y Le Pen cae por debajo de su promedio nacional. Le Pen es fuerte en el noreste y el Mediterráneo, mientras que Macron obtiene mejores resultados en el oeste francés.

La segunda vuelta enfrentará a Le Pen, enemiga de la Unión Europea, amiga cercana de Vladimir Putin, ultranacionalista y xenófoba, y a un Macron proeuropeo, patriota sin nacionalismos extremos y aperturista en economía.

El triunfo de Macron, a pesar de ser un outsider, pone también límites al relato de los populistas, pues es una victoria lograda sin necesidad de recurrir a la mitología del pueblo auténtico frente a las élites perversas.

Por el contrario, la imagen del triunfador es la de lo nuevo, así como la de un hombre competente, conocedor de la economía, con un discurso sereno y de refundación de la Unión Europea.

El contraste con una Le Pen rupturista, pidiendo la salida de la Unión Europea y del euro, fue evidente; los ciudadanos querían cambios, pero un cambio tranquilo; cambios políticos moderados, pero no en el modelo de sociedad.

El apoyo de la derecha tradicional y del partido socialista a Macron, desde la noche electoral, auguran ya su victoria, queda la duda sobre el electorado de la nueva izquierda, pero resulta muy difícil imaginarlo votando por la extrema derecha. Una encuesta de Ipsos, el día de las elecciones, encontró que el 68% de los franceses votaría por Macron y el 32% por Le Pen en la segunda vuelta.

¿Misma historia? Pareciera que madame Le Pen repetirá el episodio histórico de su padre, Jean Marie Le Pen, quien perdió (17,8%) frente a Jacques Chirac (82,2%) en la segunda vuelta en el 2002.

Una vez pasada la elección presidencial, se abrirá un nuevo espacio de discusión política con las elecciones legislativas (junio) que decidirán el rumbo de la gobernabilidad del sistema político y la real implantación de los partidos políticos en la geografía francesa.

En síntesis, como lo ha señalado mi amigo José Ignacio Torreblanca, director de la sección de Opinión de El País en Madrid, “en Francia, como se sospechaba, se pone de manifiesto que la democracia no está en crisis, sino los partidos tradicionales. En Francia (…), puede comenzar el rearme republicano frente a los extremismos populistas. En Francia, como se esperaba, puede comenzar la recuperación de una Europa que crea en su futuro”.

El autor es politólogo.