Foro: Tiro de gracia al servicio exterior

Si bien el Estatuto del Servicio Exterior de la República necesita modernizarse, el proyecto N.° 21235 no lo hace

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El Estatuto del Servicio Exterior de la República data de 1965. Cinco décadas después, es normal que quedara desfasado o presente serias lagunas llenadas por la práctica administrativa o la jurisprudencia de la Comisión Calificadora del Servicio Exterior.

La necesidad de una norma moderna, dinámica y adecuada a las necesidades actuales es imperativa; sin embargo, no es el proyecto de ley N.° 21235, el cual es excesivamente casuístico y reglamentista, crea burocracia y deja muchos cabos sueltos.

Es una pieza en bruto que de ninguna forma debe aprobarse como está. La redacción eleva el carácter jurídico del instituto diplomático, creado por decreto dos décadas después del estatuto, otorga mayores prerrogativas al núcleo familiar y pretende ordenar los ascensos y rotaciones, que siempre son asuntos delicados.

La médula espinal del documento que los diputados tienen en sus curules daría al traste con el proceso paulatino de profesionalización y especialización del servicio exterior, iniciado a finales de los noventa.

Politización

A pesar de que el estatuto de 1965 establecía un escalafón, la carrera diplomática quedó en el papel y pasó mucho tiempo para que se constituyera como debe ser. Cada cuatro años la administración entrante, y sobre todo si había alternancia partidaria en el poder, pasaba la escoba por las representaciones de Costa Rica y nombraba cónsules y diplomáticos a su antojo.

Era una piñata comparable a la efectuada en otras áreas del aparato estatal, como en los cuerpos policiales y el magisterio.

A pesar de los intentos en el 2010 y el 2015 de poblar el servicio exterior con estos nombramientos discrecionales, casi la totalidad de los representantes diplomáticos son personas que rindieron exámenes de oposición, acreditaron estudios universitarios en carreras afines, dominan idiomas y cuentan con experiencia tanto en el trabajo interno como en el diplomático y consular.

El presidente goza de la discrecionalidad para nombrar al ministro y a los viceministros de Relaciones Exteriores, y el Consejo de Gobierno, a casi 50 embajadores.

Ninguna otra institución pública se equipara a esta veta para colocar allegados de alto rango del partido político victorioso en las elecciones.

Este nivel de injerencia política no fue suficiente para los redactores del proyecto N.° 21235, el cual, de llegar a ser ley, otorgaría a personas nombradas por afinidad política las dos plazas de mayor peso técnico y que requieren más experiencia y conocimiento dentro de la Casa Amarilla: la dirección y la dirección alterna de política exterior.

En cuanto a las representaciones en otros países, el texto señala que hasta 50 plazas serían ocupadas por gente afín a la administración, con rangos y salarios iguales a los de funcionarios con más de diez años de experiencia y capacidad acreditada.

Debido a la temporalidad del nombramiento y remuneración, poco atractivos para alguien con sólidos atestados, todo indica que las plazas las ocuparán hijos de políticos con deseos de estudiar en el extranjero, personas desarraigadas, residentes en esos países por cuestiones familiares, o candidatos a diputado que no tuvieron suerte en las elecciones.

Afrenta a la preparación

Como si eso fuera poco, quienes tengan conexiones políticas y hayan ocupado una plaza en el servicio exterior tendrán la posibilidad de reingreso a la carrera diplomática, en rangos hasta el tercero en jerarquía dentro del escalafón diplomático.

Es una afrenta para las decenas de colegas que todos los años cumplen una serie de requisitos académicos, van desarrollando destrezas, adquiriendo conocimientos y creciendo profesionalmente, y aun así deben esperar varios años para un ascenso dada la escasez de plazas.

El mundo necesita cada día más profesionales con conocimientos especializados y una sólida formación. El país no está para encargar sus relaciones exteriores a neófitos cada cuatro años ni para derrochar millones de colones en prestaciones.

Es un lujo que un país con escasos recursos no puede darse; un despilfarro irresponsable de dinero público.

Si queremos jugar en las grandes ligas de la diplomacia, como los países serios, no hay otra vía más que la profesionalización, la capacitación constante, la rotación periódica y, sobre todo, el respeto por el oficio ejercido por costarricenses representantes de Costa Rica muchas veces en condiciones adversas.

norlizor@gmail.com

El autor es embajador de carrera.