Foro: Locos sin caretas

La sociedad adolece de una enorme pobreza de alma humana, donde lo importante es el yo

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Si pudiéramos determinar la antítesis de la razón de seguro sería la locura. Con diáfana claridad, Erasmo de Róterdam, a principios del siglo XVI, decía algo así como que la locura era la verdadera sabiduría, conspicua definición si nos atenemos a lo que se dice de la razón.

Es decir, si en la locura se encuentra la sabiduría, ¿por qué sufrir buscando la razón, si esta es una búsqueda muchas veces escabrosa, áspera y, al final de cuentas, baladí?

La tesis de Erasmo se basa en que la vida es un teatro, tragicómico, si así lo quiere, o burlesco, si así se elige; es decir, la moral y la ética no son más que comportamientos sociales aprendidos y aceptados, con una multiplicidad de significados no solo asociados a su contexto temporal, sino, y más importante aún, a las mismas personas.

Comportamientos en los cuales no importa que día tras día la cifra de infectados de covid-19 siga creciendo, pues nunca va a alcanzar nuestra inmortalidad.

Es en ese mundo donde existe la posibilidad de sobrepasar la realidad, mediante la locura, la felicidad de la ignorancia, o quizás más bien la felicidad de quien sabe demasiado, pero evita consumirse en la cruenta amargura que ese conocimiento trae.

Por tanto, sabe tanto que prefiere desentenderse de la razón para no sufrir. Comportamiento patente en la curva ascendente de casos contagiados de la enfermedad del coronavirus.

Entendimiento particular. La locura deviene en una especie de salida a la rigidez mundana, a lo que Nietzsche llamaba imposición de la racionalidad y las consecuencias funestas del racionalismo.

Llega a ser, ontológicamente hablando, un precepto por sí mismo y una manera particular de entender el mundo.

¿Es la locura la solución a la vorágine destructiva humana que la razón no ha podido subsanar? ¿Es la locura una posible solución en tiempos de crisis como los actuales?

La locura, cual locuacidad individual y contenida, no es más que un escape de la realidad. Por ello, la locura debe ir más allá. Es pensamiento fuera del molde llamado locura solamente por aquellos dentro del mainstream, pero que al final de cuentas describe un escape del raciocinio que es intrínsecamente cuadrado por lineal, decimonónico y sistémico.

En otras palabras, las soluciones a las problemáticas actuales, humanas, puesto que son causadas y acrecentadas por nosotros mismos (¿qué mejor ejemplo que la crisis actual?), deben darse desde otro sistema de pensamiento, otro sistema de ver las cosas, otra manera de convivir y dejar vivir.

Es esa especie de postulado heideggeriano de ser y tiempo, procurando el equilibrio que permita vivir la dicotomía del yo y del otro, y dejar por fuera, ¿por qué no?, al superyó inmortal que mencioné líneas atrás.

Buenazo de turno. Según Nietzsche, en la voluntad del poder, cuando hablaba de que el esclavo ideal es aquel a quien la sociedad transforma en un ser humano, modesto, diligente, bienintencionado y moderado, es decir, usando un costarriqueñismo, lo convierte en una especie de buenazo de turno.

Dicho de otro modo, la persona acrítica, que no lee, que cree en las fake news, que no discute por no pelear y no defiende sus derechos porque otro lo hará por ella o su propia estulticia se lo impide.

Es quien teme discutir y enfrentar ideas, es acrítico incluso consigo mismo y no acepta sus errores pues es más fácil para su cansina alma achacárselos al otro. Aquel para quien llevar una careta o tener restricción vehicular por protección es una imposición del gobierno que coarta su libertad personal.

Lamentablemente, esa es la sociedad donde se desenvuelve hoy la mayoría, la conformista, la poco altruista, la analfabeta, la que discute sobre fútbol (ojo, amo el fútbol), pero olvida ocuparse de asuntos sustantivos y consustanciales a un mejor vivir, a ese buen vivir indigenista (sumak kawsay, en quechua), que tanto aportaría si se le hiciera caso alguna vez, especialmente en tiempos de crisis. La educación o la falta de esta en términos críticos es la gran causante de esta realidad.

Es evidente que la razón tal cual la entendieron Hegel, Foucault y Kant nos ha conducido a grandes avances tecnológicos, pero también a una pobreza de alma humana enorme, donde lo importante es el yo, por encima del nosotros.

Caminamos hacia una especie de tecnocratización deshumanizada y deshumanizante, que autores de ciencia ficción, como Huxley, Orwell, Bradbury y, en menos medida, Asimov, vieron como probables, mas no como certeros.

El camino es cada día más cierto, de ahí la necesidad de elogiar cada vez más a la locura y dejar quizás que la razón se suicide en procura de un nuevo orden de pensamiento.

lepicado@uned.ac.cr

El autor es investigador de la UNED.