Me pregunto y pregunto a los líderes del país: ¿Por qué leí este libro hasta hoy? ¿Por qué no está incluido en las lecturas sugeridas por el Ministerio de Educación Pública a los estudiantes de décimo y undécimo año?
El libro El futuro que escogemos, sobreviviendo a la crisis climática (The Future We Choose, Surviving the Climate Crisis), de Christiana Figueres y Tom Rivett-Carnac, debería ser una invitación nacional a la transformación.
Debería ser leído con la solicitud expresa de que, al terminarlo, cada individuo deba llevar a cabo un solo cambio en su vida, que responda al futuro que merecemos.
Al leer el libro se entiende, de manera clara e ilustrada, que un mundo mejor depende de mí y de todos. No solo cambios a escala nacional o de los líderes mundiales ayudarán a alcanzar los objetivos.
La explicación es clara de acuerdo con los autores: la crisis climática no afecta la supervivencia del planeta. La Tierra continuará evolucionando como ha hecho a lo largo de 4.500 millones de años para nuestro bien o para nuestro mal.
La civilización tiene tan solo 6.000 años de existencia y de contar con las condiciones climáticas favorables para la vida humana. No siempre fue así y, de continuar nuestras acciones irresponsables, se revertirán.
La lectura responsable del libro debería ser acicate para modificar nuestra conducta. Es cierto, no todos tenemos el poder de transformar el mundo; sin embargo, variando individualmente podremos ser exitosos en conjunto.
Como señala Greta Thunberg: nunca se es demasiado pequeño para hacer la diferencia. En otros términos, debemos modificar hábitos de forma individual primero. Es aquí y es ahora cuando trazamos una línea, agrega la joven activista.
Es preciso entender que la línea de acción individual es la que opera el cambio comunal y, finalmente, el mundial.
Leamos el libro con el firme propósito de modificar, cuando menos, una actitud en nuestra vida, con miras a seguir disfrutando de las maravillosas condiciones existentes actualmente para el desarrollo de la vida sobre la tierra.
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La autora es economista y estudiante de Psicología.